viernes, 18 de diciembre de 2009

MUJERES DEL SIGLO XX
Kintto Lucas
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Mujeres del Siglo XX
© Kintto Lucas

Primera Edición, Ediciones Abya Yala: 1997
Segunda Edición, Ediciones Abya Yala: 1999
Tercera Edición, Ediciones Abya Yala: 2001
Cuarta Edición, Quincenario Tintají 2005
Quinta Edición, Ediciones Abya Yala 2006
Sexta Edición, Ministerio de Cultura del Ecuador, 2009
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A San Cono...
A mi hija Isadora, porque
vale la pena soñar distinto
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INDICE

1. Prólogo
2. Breve introducción
3. Delmira
4. Violeta
5. Isadora
6. Teresa
7. María Cano
8. María Bonita
9. Tina
10. Olga
11. Alfosina
12. Nela
13. Gabriela
14. Carmen
15. Frida
16. Celia
17. Adelita
18. Domitila
19. Elena
20. Juana
21. Evita
22. Chabuca
23. Alicia
24. Clarice
25. Elis
26. Marianela
27. Hebe
28. Cora Coralina
29. Tota
30. María Isabel
31. Rigoberta
32. Silvia
33. Elsie
34. Toni
35. Alicia
36. Ramona
37. María Luisa
38. Tránsito
39. Claribel
40. Luz Helena
41. Idea
42. Nélida
43. Débora
44. Dolores
45. Fuentes Consultadas

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PROLOGO
Un libro de imágenes y testimonios



Diego Araujo Sánchez*

No hace falta reiterar un contexto bastante conocido, ni tampoco sus previsibles consecuencias: la economía global no necesita personas ni comunidades; el mercado exige consumidores; la producción a gran escala, individuos con gustos y valores homogeneizados. El orden perverso, que se ha impuesto en América Latina, acentúa la crisis de todos los paradigmas.
Pero sí conviene repetir que, precisamente por todo ello, nuestra América tiene que volver los ojos hacia personalidades ejemplares con quienes las comunidades puedan descubrirse y los individuos se reconozcan en su diversidad.

Kintto Lucas acierta al elegir 42 mujeres de este siglo para su libro; por supuesto, se cura en salud al confesar que no es un homenaje a la mujer, sino "un reconocimiento a muchas que supieron romper la realidad y quebrar los preconceptos en mil pedazos para construir otro mundo dentro de ellas y buscar otro mundo más allá de ellas".

La función de re-conocimiento supone volver sobre aquello que nos identifica, un retorno hacia los pasos perdidos. Pero el creador no propone, con la función reflexiva, el regreso de Narciso. En este caso, la luz especular permite ir más allá de la superficie convencional, aprehender inadvertidas realidades presentes, sobrepasar la contemplación ensimismada y pasiva del pasado y mirar nuevos rostros hacia el futuro.

Kintto Lucas compone cada uno de los 42 cuadros de su libro con una idéntica estrategia: la doble textura del discurso. Al pie de la página se halla un discurso más denotativo, con la información del cronista que recoge los datos biográficos esenciales acerca de la mujer del cuadro. Es la imagen "objetiva" del personaje. El otro discurso tiene una textura más bien connotativa. La voz del poeta traza los perfiles de cada una de las 41 mujeres. Es el reflejo subjetivo del personaje. Esa estrategia no constituye una forma de composición reiterativa; tampoco, una manera elemental de explicar un discurso con otro. Más bien funciona como un hábil procedimiento que determina la composición del discurso y, en cada una de las 41 imágenes, permite apreciar la figura objetiva y su reflejo en la luna del espejo.

El autor, al mismo tiempo, cumple su doble vocación, la de cronista y creador, periodista y poeta.
Kintto Lucas dispone los 42 cuadros por orden cronológica. Sin embargo, el lector tiene la libertad de subvertir ese orden; con todo, no dejará de recorrer página alguna del libro, entre otras razones, por la acertada selección de las mujeres allí retratadas.

El poeta trabaja con imágenes, se emociona y conmueve. Utiliza muchas veces la tercera persona; otras, una segunda que parece enmascarar la voz de la mujer retratada en el cuadro y, otras más, prefiere ocultarse y dejar hablar a sus personajes.

En ese discurso, sobresalen dos formas para conseguir intensidad expresiva: la primera, el uso del diminutivo y, la segunda, la acumulación de palabras separadas por guiones. Por la primera, la voz poética tiende puentes con la tradición oral popular. De Alicia Alonso, por ejemplo, dice que "es como una almita en movimiento". Cuando describe el éxodo de Carmen Miranda al Brasil, leemos: "Vino de Portugal, pero sus movimientos son de esta tierra, su picardía es una partecita de estos lugares, su guiñada un rinconcito del paisaje de por aquí...".

Lo popular se manifiesta, además, en el reiterativo uso del "dicen que", desde el cual la voz poética recoge intuiciones, reelaboraciones del imaginario colectivo, datos esenciales para el retrato del personaje.

La intensidad se busca también por la yuxtaposición de voces separadas con guiones. El lector encontrará ejemplos como estos: "Ella (María Isabel), que sigue odiando los tilos porque todavía están en su olfato-mirada-piel...". "La autoridad-autora-autoritaria (Tránsito)". "... con guitarras-palomas que volaban (Violeta)". "...gentes-vidas-mundos (Luz Elena)".

Pero la intensidad del discurso poético de Kintto Lucas deriva, en primer lugar, de la visión del mundo que ilumina sus retratos. El mundo que hacen y padecen estas mujeres se halla inmerso en la historia: ellas enfrentan las circunstancias más adversas, tienen la capacidad para modificar la realidad, crear y defender la vida, ser solidarias, luchar contra la injusticia, la violencia y la barbarie...

La imaginación, el arte, la belleza son valores sustanciales en ese mundo. Pero lo son, sobre todo, la solidaridad, la defensa de los derechos humanos, el amor a la libertad, la lucha por la justicia. La voz poética sugiere, selecciona, metaforiza, pero traza un texto especular también por la multiplicidad del sentido. La otra voz, la del cronista, resume información, revela las fuentes, remite a fechas y datos, comunica un significado unívoco. Una y otra tienen en común la misma y amplia preocupación por lo americano, idéntico mirar y admirar de la vida y pasión de 41 mujeres que jamás perdieron la imaginación y la capacidad de soñar, una visión abierta de la existencia, cuya clave es el conservar siempre una puerta abierta a la esperanza.

En una muy intensa y bella página, el cuadro dedicado a la cineasta María Luisa Bemberg, la voz poética asegura que "las imágenes son como fantasmas que surgen de la pared. Son testigos-testimonios de las luces y la noche. Las imágenes pueden volar y hacernos volar. Pueden tener rostro y alma de mujer. Porque al fin de cuentas, qué son las imágenes si no mujeres en los ojos. Los ojos son, antes y después del horizonte, una partecita de la imaginación-imaginería-imagen, son magia en el amanecer del alma".

En estas palabras encuentro yo una explicación de lo mejor del libro de Kintto Lucas: el entregar imágenes-testimonio de una América que tiene ojos de mujer.

* Periodista, profesor universitario y crítico literario. Junio de 1997.

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BREVE INTRODUCCIÓN

Este no es un homenaje a la mujer. Es, simplemente, un reconocimiento a muchas que supieron romper la realidad y quebrar los preconceptos en mil pedazos, para construir otro mundo dentro de ellas y buscar otro mundo más allá de ellas. Mujeres que, a pesar de nosotros, no perdieron la imaginación ni el sueño, y sobre todo, no perdieron esa vida que llevaban-llevan en sus miradas.

Obviamente que no están todas las que son, pero sí son todas las que están. En todo caso, las muchas que faltan serán retratadas en otra oportunidad. Pero sobre todo, espero que de alguna manera se vean reflejadas en las que están.

Son 42 rostros, 42 haceres y padeceres, 42 vidas metidas hasta el alma en la imaginación y la creación de un siglo que se nos va. Ellas y las que no aparecen, nos demuestran que toda la América puede y debe, tener ojos de mujer...

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DELMIRA

Montevideo, 1914.
Fuegos: Las llamas surgen de su cuerpo, de su mirada, de sus manos, de su corazón. Queman: Sus palabras son como flechas que se meten en todos los sentidos de quien las lee. Cuerpos: La locura de dos vidas en la cama, atrapa, contagia la piel, como contagia la imagen de su decir-amar-sentir. Ella: Decidió escandalizar a los pacatos montevideanos del siglo recién comenzado. Como la magia de la humedad y la semilla, es el arte del amor y la palabra, decidió mojar todos los surcos y quemarse entre el aroma de sus versos: "Eros, yo quiero guiarte, padre ciego/ pido a tus manos todo poderosas/ su cuerpo excelso derramado en fuego/ sobre mi cuerpo desmayado en rosas/ la eléctrica corola que hoy desplego/ brinda el nectario de un jardín de esposas/ para sus buitres en mi carne entrego/ todo un enjambre de palomas rosas/ ...viérteme de sus venas, de su boca/ así tendida, soy un surco ardiente/ donde puede nutrirse la simiente/ de otra estirpe sublime, loca".

Delmira: "Su decir es una poesía del cuerpo, pero del cuerpo como campo agónico de lo erótico", dijo Idea Vilariño. Riesgos: Fue condenada por su poesía del cuerpo, por los morales, como Alfonsina, por ese escándalo de su decir-hacer-pensar. Metáforas: "El sueño, el ensueño, la situación indecisa entre el sueño y la vigilia, desrealiza, permite un distanciamiento que, sumado al lenguaje metafórico y al símbolo, hace posible una doble postulación, le da un espléndida libertad", vuelve a decir Idea Vilariño.

Adiós: Duro, como piedra en la mirada del alma, como el alma sin mirada, como la mirada sin cuerpos, como cuerpos sin fuego y sin agua, como agua sin semilla... Así nomás fue la despedida, apurada por el hielo de un marido que decidió frustrar la libertad, que no quiso oír: "...ningunos labios ardieron/ como su pico en mis manos/ ninguna testa ha caído/ tan lánguida en mi regazo/ ninguna carne tan viva/ he padecido o gozado/ viborean en sus venas/ filtros dos veces humanos/ del rubí de la lujuria/ su testa está coronada/ y va arrastrando el deseo en una cauda rosada/ agua le doy en mis manos/ y el parece beber fuego/ y yo parezco ofrecerle/ todo el vaso de mi cuerpo/ y vive tanto en mis sueños/ y ahonda tanto en mi carne/ que a veces pienso si el cisne/ con sus dos alas fugaces/ sus raros ojos humanos/ y el rojo pico quemante/ es solo un cisne en mi lado/ o es en mi vida un amante.../ al margen del lago claro/ yo le interrogo en silencio/ y el silencio es una rosa/ sobre su pico de fuego/ pero en su carne me habla/ y yo en mi carne le entiendo/ a veces toda soy alma y a veces toda soy cuerpo".
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Delmira Agustini. Revolucionó el ambiente literario del Río de la Plata a comienzos del siglo. Actualmente está considerada como una de las pioneras de la poesía erótica latinoamericana. Como Alfonsina Storni, su contemporánea argentina, fue muy criticada por sus creaciones, "demasiado osadas" para la época. En 1914, el hombre que había sido su marido la citó en una pieza de alquiler y allí la mató de dos tiros, luego se mató. Al día siguiente, los diarios montevideanos publicaron la foto del cuerpo desnudo de Delmira, caído sobre la cama. Casi ninguno censuró al marido. Si bien las leyes del gobierno de José Battle y Ordoñez habían hecho adelantar al Uruguay, dándole el voto a la mujer y permitiéndole divorciarse por su voluntad, las mentes de muchas gentes siguieron condenando todo eso y nunca aceptaron la libertad de Delmira, o de alguna otra mujer.
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VIOLETA

San Carlos (Chile), 1917.
Los árboles se quedaron sin hojas, los pájaros de mucho canto se marcharon, el sol entristeció de mil silencios y las lunas fueron hielo en madrugadas... El cielo se hizo agua, y el agua caminó por las miradas... Las noches fueron largas, fueron tristes y el invierno fue el dueño de los tiempos...
De pronto: los campos se pintaron de violetas, las parras uvas trilces cosecharon, y el vino se hizo música en guitarras... Violeta fue la flor del pentagrama...

Dicen los vecinos de San Carlos que ese año la primavera se equivocó y llegó en octubre... dicen que llegó con ansias de liberar pájaros y gentes, con vino dulce y amargo en las entrañas, con guitarras-palomas que volaban... que llegó con la magia de amores en la piel, con el fuego en el lecho y en la sed... dicen que llegó dando "gracias a la vida que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto. Así yo distingo risa de quebranto, los dos materiales que forman mi canto, y el canto de ustedes que es el mismo canto. El Canto de todos que es mi propio canto".

Y ese rincón de Chile se hizo canción, canto surgido del barro como almita nacida de mil pueblos, alma chiquita y grande venida de la raíz misma de esta parte de abajo o sur, o vida... Violeta-primavera de la América, que es mujer-sueño-esperanza... sueños, sueños, sueños...

"Cuando naciste fuiste bautizada como Violeta Parra -dijo Nicanor-. El sacerdote levanto las uvas sobre tu vida y dijo: 'Parra eres y en vino triste te convertirás, en vino alegre, en pícara alegría, en barro popular, en canto llano'. Santa Violeta, tú te convertiste en guitarra con hojas que relucen, al brillo de la luna. En ciruela salvaje transformada. En pueblo verdadero, en paloma de campo...".

Primavera de madre sola y diez hermanos, de hogar humilde, de decires recogidos de la vida, de dolores-amores en la piel, de notas musicales y lienzos pintados, de rincones de amigos y poetas y locos que imaginan otro mundo y rebeldes que hacen falta como hacen falta sueños. Y vivió por la gente entre la gente... preocupada siempre de los otros dijo Nicanor: "Cuando no del sobrino, de la tía, cuando vas a preocuparte de ti misma. Viola Piadosa. Tu dolor es un círculo infinito que no comienza no termina nunca pero tu te sobrepones a todo. Viola Admirable".

Y vivió para crear-cantar-mostrar la música de un continente que ardía. Y siendo primavera, no conoció la primavera popular, y tampoco el invierno de fusiles y muertes... Un día de febrero de 1967 decidió matar los padeceres, decidió volar y se marchó. "Qué manera de caer hacia arriba -dijo Nicanor-. Y de ser sempiterna esta mujer. De cielo en cielo corre o nada o canta. La Violeta terrestre: la que fue, sigue siendo. Pero esta mujer sola en su ascensión no sube solitaria: la acompaña la luz del toronjil, del oro ensortijado de la cebolla frita, la acompañan los pájaros mejores. La acompaña Chillán en movimiento".

Y Violeta se fue, dando "Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio el corazón, que agita su marcha, cuando miro el fruto, del cerebro humano, cuando miro al bueno, tan lejos del malo, cuando miro el fondo, de tus ojos claros"... Se fue con la vida en el corazón, con el amor perdido en la memoria, con el fuego en la piel, con la música en el aire, con el aire... se fue como vino... alegre y triste, añorando la mañana...
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Violeta Parra. Nace en San Carlos, provincia de Ñuble, 400 kilómetros al sur de Santiago. Su madre, abandonada por su esposo, la cría junto a diez hermanos. Su infancia transcurre en el campo. A los 9 años se inicia en la guitarra y el canto. A los doce escribe sus primeros versos y canciones. Empieza su vida artística cantando en circos y bares, hasta que en 1953 presenta un recital con gran éxito en la casa de Pablo Neruda. En 1965 funda en Santiago el Centro de Cultura y Folclore "La Violeta", lugar de creatividad para los integrantes de la nueva canción chilena y latinoamericana. Un centro de arte popular que juntó a cantantes y poetas como Víctor Jara, Paco Ibañez, Soledad Bravo, Mercedes Sosa, Pablo Neruda y Atahualpa Yupanqui, entre otros. Cantando a las cosas cotidianas, al dolor, a la vida, al amor, Violeta Parra camina su vida. Innumerables canciones suyas recorren la geografía del mundo en distintos idiomas. "La carta", "Gracias a la vida", "Santiago penando estás", "Ausencia" y "Casamiento de negros", son solo algunas. Dicen aquellos que la conocieron, que vivió padeciendo "mal de amores", gozando-vibrando-sufriendo cada relación de pareja. Se suicidó, en la Carpa de la Reina, periferia de Santiago, un día de soledades y tristezas, el 5 de febrero de 1967.
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ISADORA

Londres, 1921.
"Más vale el placer que dura un momento que la tristeza que dura una vida", dice evocando a Oscar Wilde. Y lo dice pensando en toda la magia de la danza, en toda la imagen de su cuerpo moviéndose por el escenario, en sus piernas entrelazándose en una cama... Lo dice como si la vida o sea el baile, o sea el arte, o sea el amor, fueran una parte más de su piel, y ciertamente que lo es, porque cada vez que baila es como si estuviera haciendo el amor y cada vez que ama es como si estuviera danzando...

Ahora, queriendo encontrar un país donde no la juzguen tanto como en algunos otros, donde la dejen vivir como no la dejan en otros, se marcha a la Unión Soviética, sin saber realmente a donde va pero con mucha esperanza. Y así lo dice: "En adelante seré una camarada entre los camaradas y desenvolveré un vasto plan de trabajo para la regeneración de la humanidad. Adiós pues la inigualdad, la injusticia y la brutalidad del Viejo Mundo". Un mundo que había hecho imposible su escuela de danza, su libre libertad de hacer y gozar cada minuto, su sonrisa creciendo en la mirada...

Y cuando llegó su barco a ese país ansiado, su corazón dio un salto de júbilo: "¡He aquí el bello Nuevo Mundo que acaba de ser creado! He aquí el mundo de los camaradas, el sueño nacido de la cabeza de Buda, el sueño que resonaba en las palabras de Cristo, el sueño que había sido la última esperanza de todos los grandes artistas".

Y en el mismo puerto piensa en el futuro, pero también recuerda su pasado... Su gran país Norteamérica. La noche en que cometió el pecado de bailar desnuda en un Café de Buenos Aires, envuelta en la bandera argentina. La mañana posterior, cuando el empresario rompió el contrato de su presentación en el Teatro Colón porque las "familias de bien" se habían quejado. El día que danzó la Marsellesa, allá por Francia, con un chal rojo como vestido, y nadie le hizo grandes problemas.

Isadora piensa que ahora si encontrará la libertad definitiva. Así lo grita a los cuatro vientos, así lo quiere, así lo piensa, así lo baila. Cree que comienza una nueva vida y no conoce el futuro. Tampoco sabe que en los años siguientes será un símbolo del arte y el placer en el mundo. Un símbolo de la vida.
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Isadora Duncan. Fue una de las bailarinas que logró más repercusión en las primeras décadas del siglo. Nació en Estados Unidos y su arte se paseó por el mundo. Pero su éxito no la conformaba, quería fundar una escuela en la que pudiera compartir todo lo que sabía con los niños. Los prejuicios de la época no lo permitieron. Sin embargo, en la primavera de 1921 recibió un telegrama que decía: "El gobierno de los Soviets es el único que puede comprenderla. Venga a nosotros. Haremos su escuela". Y ella respondió: "Sí, iré a Rusia y enseñaré a vuestros niños, sin ninguna condición, salvo la de que me proporcionéis un estudio y el dinero preciso para mi trabajo". Poco tiempo después tomó un barco en el Támesis y salió de Londres para Reval y Moscú. En esa ciudad conoció al poeta Sergio Essenin, con quien se casó. Luego de recorrer juntos Europa y Estados Unidos, regresaron a la Unión Soviética. Poco tiempo después se separaron y ella volvió a Francia, para residir en Niza. El 14 de septiembre de 1927, falleció en un accidente de automóvil.
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TERESA

París, 1923.
Ella acaba de escribir su segundo libro y quiere regalarlo a la gente. Quiere recordarles a las mujeres que están vivas, y hablarles del planeta de los hombres, que aunque no parezca también les pertenece.

Termina de escribir y piensa en sus años pasados, cuando confiaba mucho más en sus oídos que en sus ojos. Entonces, ella está ahí, en su niñez, auscultando los vientos y el sonido de la tormenta. Escuchando el sonido de los pájaros en el amanecer y vibrando con la vida del campo. Ella junto a su madre mirando un mundo indescifrable donde las cosas no tienen nombre y descubriendo de pronto que están solas. Ella caminando a España para cambiar el oído mágico de los ruidos campestres por ese otro más perfecto y más objetivo del ojo. Ella regresando a su país para ver el silencio y el olvido de las mujeres. Ella rompiendo el silencio y escribiendo contra el olvido, para que comience, dicen, su gran pasión: mezclar todas las letras para crear historias. Luego, presa del contenido de las palabras tuvo que hacerlas explotar para decir todo lo que no se decía sobre la mujer. Entonces comenzó a pelear contra las frivolidades de un destino que la dejó sola con su madre en un mundo de hombres. Para eso puso contra el papel una realidad que escandaliza a los señores de gris y sus esposas grisáceas.

Teresa es joven, tiene todo el sudor en el cuerpo y espera que la vida sea menos fría que el invierno europeo. Su cuerpo y su lápiz arden en Venezuela, mientras Venezuela arde con sus decires. Después se vuelve a París, y ahora se despacha con estas Memorias que muy pronto abrirán los ojos en Caracas...
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Teresa de la Parra. Nació en Venezuela. Su infancia la pasó en una hacienda de los alrededores de Caracas. Tras la muerte de su padre a los ocho años, ella y su madre van a vivir en España. A los 18 años regresa a Venezuela donde se sensibiliza con la opresión que sufren las mujeres. Esa preocupación la traslada a su creación literaria. En su primer libro "Ifigenia", retrata el mundo de la mujer latinoamericana en el comienzo de este siglo. Con él se gana la reprobación de los sectores conservadores de la sociedad venezolana. En 1923 viaja a París, donde escribe su segundo libro "Las Memorias de Mamá Blanca", con el que logra una importante repercusión. Su obra es considerada precursora de la moderna narrativa latinoamericana. Falleció el 23 de abril de 1936 en Madrid, luego de una prolongada enfermedad provocada por la tuberculosis.
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MARÍA CANO

Medellín, 1929.
Llueve. El cielo ya no se despeja, llueve casi todo el día. Las gentes parecen no existir. Abandonan todos los pensamientos. Las tierras están vacías, la lluvia azota los rostros que se van marchando, mezclados entre el temor y la duda. Los que se obstinan en quedarse ocultan sus ojos dentro de los plátanos.
Llueve. Llueve sobre la sangre que anda en las miradas y los frutos. Sobre el poco reír y la mucha lágrima. Llueve desde ayer en la noche y desde antes. El agua no logra lavar el recuerdo que, todavía está húmedo, tiritando de frío y tristezías. Lo único que se mueve en el caminar del viento son la voces desgarradas por tanto fusil disparando. Gritan las voces, imploran, reclaman, están ahí. Las plantas de banano las ocultan entre sus hojas. Ojos.
Ella, desde un minúsculo cuarto lleno de rejas, solitario testigo de una mirada atormentada por las balas, piensa en las primeras huelgas que se dieron en los territorios de la United Fruit Company, que es como hablar de los dueños de muchas personas y presidentes en gran parte de la América que está abajo del río Bravo.
Mientras los números caían-caen en el norte, en Colombia caían-caen los trabajadores de las bananeras. En realidad, hace tiempo que venían-vienen cayendo o no viviendo como dicen algunos... Pero ella, "La Flor del Trabajo", como la nombran todos, se hizo parte del grito y habló de los derechos de las mujeres y de los que trabajan. Y para todas esas gentes-frutas salidas de esta tierra, ella fue-es como una lucesita, a pesar del encierro y la lluvia o el poco sol que quedó. Queda.
Había nacido en Medellín el siglo pasado, se hizo periodista solo para escribir sobre la necesidad de que los gobernantes dieran más importancia a las personas que a las plantas de banano, a la vida que a las empresas norteamericanas, a los obreros que a los dueños de la moneda. Y en las reuniones improvisadas cercanas a las plantaciones, con una voz firme pero suave, supo marcar a fuego la no justicia, supo hablar de desterrar la lluvia, supo contar de un sol que todos debían conquistar y, supo estar al frente en el hacer. Hizo.
Ahora, María, al cabo de tantos días tras los muros, imagina un futuro, otro. No sabe de las peleas entre sus iguales, ni de sus últimos veinte años en silencio, sola, esperando que otros encuentren el sol. No sabe que un día de 1967, poco antes de que las gotas dejen de sonar en sus oídos, volverá a decirse: "algún día acabará el invierno". Llueve.

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María Cano. Nació en Medellín (Colombia), en 1887. Fue conocida como "La Flor del Trabajo", por sus discursos en actos sobre la condición laboral, su compromiso con las causas de los trabajadores y sus artículos políticos en los periódicos "Cyrano" y "La Justicia". Se constituyó en la principal líder de la clase obrera colombiana en el primer tercio de este siglo, participando en las grandes movilizaciones de la época. Adquirió notoriedad al liderar las huelgas en la United Fruit Company. Después de la masacre de los trabajadores de la bananeras en 1929, fue perseguida y encarcelada. Los conflictos y las contradicciones internas del Partido Socialista Revolucionario, que ayudó a fundar, la llevaron a auto-marginarse en su casa de Medellín, donde murió en 1967, luego de veinte años de silencio.

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MARÍA BONITA

Santa Brígida, Bahía, 1931.
- Vienen los cangaceiros, vienen los cangaceiros, grito uno con voz de miedo.
- Es Lampiao, no tengan miedo. Es el protector del sertao, gritó otro.
‑ Con alguien como él me iba hasta el fin del mundo, dijo María Déia a una amiga mientras miraba el polvo que levantaban los caballos a la entrada del pueblo. Luego siguió caminando hacia el tallercito de su marido, el zapatero Zé.
El decir de la joven corrió rápidamente, y llegó al escuchar del capitán Virgulino Ferreira, Lampiao, el rey del cangazo, quien decidió visitarla. Y así se allegó hasta la zapatería de Zé. Quería ver con su propio mirar la boniteza de esa mujer que tanto lo admiraba, esa mujer que no temía decir abiertamente su sentir, incluso en presencia del marido. Cuando estuvo frente a ella, la miró hasta el fondo de su vida...
- ¿Tu eres la mujer que dijo que me acompañaría?
‑ Soy yo, sí.
‑ ¿Y no cambió de opinión ahora al verme?
‑ ¿Por qué iba a cambiar de opinión?
- Usted es bonita, como la peste mujer. ¿Viene conmigo?
‑ Sí.
- Entonces vamos.
‑ Chau, Zé.
Zé no dijo nada, quedó callado, terminando unos zapatos que tenía que entregar, avergonzado pero sin importarle mucho. Así se juntaron Lampiao y María Déia, que ahora es María Bonita. Esa noche, entre la catinga, los cangaceiros se reunieron para ver a la mujer que había hechizado al rey del cangazo. Y él la presentó.
‑ Atención todos, ésta aquí es María Bonita que, de ahora en adelante, es mi mujer. Y cuidado con que alguien se meta con ella, porque se las verá conmigo.
‑ Ni precisa decir capitán, dijo uno.
Y ahí nomás comenzó la música, y Zembelé el cantador del sertao templó la guitarra, y la letra se hizo vida en el campamento: "María Déia es un ángel/ una lindez, un amor, / una princesa encantada/ que Lampiao se encontró".
Y desde ese día María se hace fuerte en el cangazo y dirige el grupo junto a Lampiao... Y el bando se hace firme en el sertao. Y los macacos le temen... Y Lampiao da y quita justicia. Y son la imagen de una región de Brasil acorralada por la seca, la miseria, el poco comer... acorralada.
El rostro de María recorre los desiertos del nordeste brasileño. Hay guerra entre familias por todo lado. Virgulino pone orden. Cambia justicia por dinero. María se encarga de encaminar su mirada y hace que se recuerde de los pobres, y logra que no mate por matar, y le da un poco más de justicia a su justicia. Y en Ceará, en Paraíba, en Pernambuco, por todo el nordeste camina la mirada de María Bonita, que no es solo la mujer de Lampiao, es la imagen de la mujer cangaceira. Es casi tan famosa como el Padre Cícero, todos sueñan con verla, y cuando llega a cada pueblo le regalan cosas.
El ejército todo, está atrás de Lampiao y María Bonita. Las emboscadas se repiten, pero no pueden agarrarlos. Los cangaceiros son demasiado bichos, como bichos se mueven, como bichos eliminan sus rastros, como bichos unidos a la naturaleza casi muerta de sed que hay por estos lados del Brasil... Pero los gobernantes pagan mucha plata. Hay que capturar al bandido y a su mujer, es la orden. Y todos se afilan y los soldados son los mismos que se lanzaron contra la columna Prestes. Y la traición llega una tarde‑noche, mientras una garúa leve cae. Los macacos rodean el campamento de Grota dos Angicos. La metralla cae sobre todos. Los cuerpos quedan entre la lluvia, juntos...

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María Déia Neném. En el nordeste brasileño durante las cuatro primeras décadas de este siglo, las distintas familias poderosas estaban en guerra por las tierras. En esa realidad se desarrollaron grupos armados que actuaban como protectores de las distintas familias. El grupo más famoso que, ultrapasó esa protección para transformarse en un ejército fue el de Virgulino Ferreira, conocido como Lampiao o el rey del cangazo, y su compañera María Déia, conocida como María Bonita. Cuando se juntaron, ella tenía poco más de veinte años y Lampiao 33, y durante muchos años fueron la "justicia" del nordeste. En julio de 1938 el ejército los emboscó y mató a todos los del grupo. Luego cortaron la cabezas de cada uno y las pasearon por todo el Brasil. Según la leyenda, María Bonita había previsto la posible traición para esos días, porque había soñado con varias serpientes que rodeaban el campamento. La historia dice que María Bonita fue la que intentó enderezar el rumbo del ejército cangaceiro de Lampiao para que no fuera solo un grupo de bandoleros, para que fuera un poco más allá y repartiera algo de lo robado entre los pobres. Pero Lampiao nunca llegó a ser un Robin Hood del Nordeste.

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TINA

España, 1936.
El país arde. Unos creen que la vida está del otro lado del fuego, otros creen que es la muerte. Mientras cruzan las balas por su trinchera, ella vuela, su pensar camina, se hace mil preguntas. Ella se hace mil preguntas: ¿De dónde soy? ¿De dónde vengo? ¿Cómo es mi mundo? ¿Cuál es mi caminar? ¿Cuál es mi acento verdadero? ¿Italiano? ¿Americano? ¿Mexicano? ¿Ruso? ¿Español? ¿Cuál es mi nombre? ¿En qué recóndito rincón de la vida estaré mañana? ¿En qué brazos? ¿Junto a qué cuerpo? ¿De qué color será el amor cuando ya no quede nada?
Había llegado allí en noviembre de 1935 con un seudónimo por nombre (¿Cuántos nombres tendría su vida? ¿Cuántas vidas tendría su nombre?) María Sánchez, enfermera del quinto regimiento. Había llegado junto a Vittorio, o comandante Carlos, o el hombre que supo mojarse‑mojarla hasta la madrugada. Había llegado con toda la ilusión. Venía de ser muchas mujeres, de estar en muchas ciudades, de caminar Europa con la revolución a cuestas, de ser parte del Socorro Rojo Internacional. Pero la guerra no es una ilusión, la guerra apaga la vida, apaga la magia, apaga... entre los fusiles solo queda la memoria.
Su primer viaje, había sido en barco desde su Udine natal (esa región en la que su padre aprendió a levantar banderas rojinegras entre el paso de los obreros) al San Francisco del gran país. A trabajar en una textil, a conocer‑amar‑desnudar a un americano bohemio, medio poeta medio pintor; a ser actriz de teatro; a ser villana en algunas películas de Hollywood. Pero el gran país no es una ilusión, el gran país apaga la vida de sus padres, de su compañero, apaga la magia, apaga... solo queda seguir viaje.
México, es la imagen que vuela en su vida, es sus ojos, en el lente. Y allí la fotografía trasforma sus miradas, que son obras de arte. Y allí se hace amante de Diego Rivera. Y allí recrea su luna, su noche, su cuerpo y el cuerpo de Julio Antonio Mella. Y allí se entrega en todos los brazos que le regalan vida. Y allí vive con la gente, entre la gente. Pero México no es una ilusión, México apaga su vida, y la expulsión llega, acusada de querer asesinar al presidente. México apaga. Allí la tristeza se apodera de sus ojos. Allí se pregunta: ¿cuál es mi país? Allí decide marcharse a Moscú, a transformar la vida en una ilusión. Ahora, tras el fuego, la ilusión se apaga definitivamente. Tina, quien ya había olvidado su nombre de tanto cambiarlo, derrotada por el tiempo caminado, vuelve a México para quedarse en los recuerdos, un día de enero de 1942.

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Tina Modotti. Nació en Udine, Italia, en una familia obrera. Su padre Giuseppe Modotti fue un reconocido militante antifascista. Debido a la represión que se instala en Italia, viaja con su familia a Estados Unidos, donde trabaja primero en una fábrica textil y después se hace actriz. Participa en varias películas de Hollywood. Allí se casa y enviuda joven. Entonces decide marcharse a México donde se dedica a la fotografía y se proyecta como una artista de gran sensibilidad social. Su mejor amiga es Frida Kahlo. Su obra es reconocida en el país y en el exterior. Su vida es un eterno peregrinar por amores y geografías. En México estuvo ligada sentimentalmente al revolucionario cubano Julio Antonio Mella y al pintor Xavier Guerrero. Mella fue su gran amor, lo conoció durante una manifestación en solidaridad con Saco y Vanzetti y Augusto César Sandino. Las actividades políticas de Tina Modotti molestaban al gobierno mexicano, que esperó la oportunidad para sacársela de encima. Cuando muere Mella, la acusan de haberlo asesinado. Y le agregan que además intentó matar al propio presidente de la República. Al final la expulsan del país. Años después acompaña al comandante Carlos Contreras (Vittorio Vidali), en la guerra civil española. Vive en Alemania, en la ex Unión Soviética y en 1939 regresa a México. Muere en 1942.
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OLGA

Río de Janeiro, 1936.
Para ella la cárcel es solo la imagen del silencio. El silencio la cara de los días. Los días son como el aire, caminan y no se sabe a donde van. Caminan y ella se cree que marchan hacia un rinconcito de un pequeño país de maravillas, donde anida una almita media risueña que algunos llaman justicia, y sin embargo no, al final terminan desviándose... Es que el aire a veces sabe equivocarse, o peor que eso, el aire se mete en un país donde las almas son parte del olvido, o peor todavía, el aire deja de soplar que es como decir que la dolor queda ahí... o sea aquí...
Y los días, estos días que faltan para que ese navío, que espera en el puerto, se la lleve rumbo a un campo de concentración, también pueden equivocarse. O peor todavía, pueden olvidar que el camino hacia esa almita, muchas veces se quiebra por el hacer y deshacer de unos hombres de latas y uniformes que, saben empollar la tristeza entre sus cuevas. Como el tal Adolfo, como el tal Benito, como el tal Getulio...
Una hora de hace algún tiempo ella supo dejar su Alemania para venirse a amanecer en el Brasil. Supo seguir a Luis Carlos rumbo al viento por los senderos de este país. Y pelear con él y su Columna a los señores del café y del azúcar, siendo vida en cada paraje caminado. Supo ser agua en los brazos de ese coronel chiquito y sin latones, que la metió de raíz en la América. Supo sembrarlo en su cuerpo y cosecharlo en los ojos del sudor.
Pero ahora, los soldados de don Getulio llegan a la cárcel donde está detenida para llevarla. Los hombres de la Gestapo esperan en el puerto. Los presos se amotinan. Entre ellos, un escritor de rostro serio y mirada triste llamado Graciliano, escribe sus memorias de la cárcel. Ella, con su panza grande como un mundo, no permite una masacre y se entrega sabiendo lo que le espera...
Mientras el barco la lleva de vuelta a su país, que en realidad no es de nadie, ella se hace todas las preguntas del mundo: "¿Dónde estamos? ¿En el fondo de una cueva? ¿En el centro de un huracán? ¿En el calor de este Brasil? ¿En el frío de esa Alemania? ¿En la esperanza nacida en octubre de 1917? ¿Dónde estamos? Ni en un fruto. Ni en una raíz. Ni en una semilla. Yo creo que estamos en un mundo desterrado de las aguas, de la sal...".
Pero a pesar del océano que la lleva a la cámara de gas, ella se niega a dejar de soñar. Y se convence que siempre existirán pequeños rincones donde cobijar los sueños, o sea las cambios. Y se imagina que tal vez algún día, esos pequeños rincones se hagan país. Aunque ahora sabe que las revoluciones se hacen mirando para abajo, trabajando duro y con pocas palabras. Sabe también, que se hacen con imaginación, con solidaridad y los grandes sacrificios que imponen los ideales. Y sabe, sobre todo, que para las revoluciones no alcanza con una realidad injusta, hace falta también que los pueblos crean y confíen en la ideas y en los hombres. Luego mira el mar y dice: "sé que hay mucho que inventar para que eso ocurra, pero vale la pena esperar el día".
Gracias al mar, y a pesar de él, los ojos de Olga van hacia el futuro. Es que la vida siempre puede más que la equivocación del aire, o de los días. La vida viene con todas sus almas en el corazón, con todos sus corazones en las manos, con todas sus manos en la piel. La vida llega, se acurruca sobre su mirada y se hace imagen en el tiempo...

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Olga Benario Prestes. Nació en Alemania en una familia judía. Fue militante comunista desde muy joven. En 1935, el Comintern la destacó para acompañar a Luis Carlos Prestes en su intento por liderar una revolución en Brasil. Durante la marcha de la "Columna Prestes", que recorrió miles de kilómetros a lo largo del país, los dos se enamoraron y llegaron a Río de Janeiro casados. La rebelión fue sofocada y ellos fueron presos en cárceles distintas. Ella, embarazada, fue entregada por el gobierno de Getulio Vargas a la Gestapo de Adolfo Hitler. En 1942 fue ejecutada en una cámara de gas en Bernburg.

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ALFONSINA

Buenos Aires, 1938.
El jueves 20 de octubre escribió su despedida: "Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. / Ponme una lámpara a la cabecera; / una constelación; la que te guste; / todas son buenas; bájala un poquito/ Déjame sola: oyes romper los brotes.../ te acuna un pie celeste desde arriba/ y un pájaro te traza unos compases/ para que olvides... Gracias... Ah, un encargo: / si él llama nuevamente por teléfono/ le dices que no insista, que he salido...".
Y así se fue Alfonsina, con la tristeza al hombro y el mar en la mirada, con la ausencia en el alma y las olas en la piel, con lo pájaros en la memoria y el azul en la sangre, con la soledad en la palabra y el amor en el fuego de su cuerpo. Así, buscando una luna, que de tan alta parecía imposible de tocar. Sin embargo ella supo tocarla, bajarla al corazón del sueño y acariciarla.
Había nacido un mayo en Suiza, y de allí la trajeron a la Argentina, a San Juan, a Santa Fe... "A los ocho, nueve y diez años -dice-, miento desaforadamente sobre crímenes, incendios, robos, que no aparecen jamás en las noticias policiales. Soy una bomba cargada de noticias espeluznantes; vivo corrida por mis propios embustes; alquitranada en ellos; meto a mi familia en líos; invito a mis maestros a pasar las vacaciones en una quinta que no existe; trabo y destrabo; el aire se hace irrespirable; la propia exhuberancia de mis mentiras me salva...".
A los doce escribe sus primeros versos. "Es de noche: mis familiares ausentes -dice-. Hablo en ellos de cementerios, de muerte. Doblo el papel cuidadosamente y lo dejo debajo del velador para que mi madre lo lea antes de acostarse. Resultado esencialmente doloroso: a la mañana siguiente tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce".
Más tarde la recibe Buenos Aires, que no es hospitalaria, que tiene el cielo preso, que no tiene casi pájaros, donde las paredes son como rejas... "Las mamparas de madera -dice-, se levantan como diques más allá de mi cabeza. Barras de hielo refrigeran el aire a mis espaldas. El sol pasa por el techo pero no puedo verlo. Bocanadas de asfalto caliente entran por los vanos. La campanilla del tranvía llama distante".
Es un pájaro prisionero de una jaula y solo sus versos logran liberarla. Y así, se hace amiga de los poetas y escritores, y es criticada por los pacatos de traje gris y mirada oscura. Y se hace escribidora de sentimientos y palabras, amiga de silencios y nostalgias, de alma cantora y dolores que espantan. Y sus manos son alas que viajan por la imaginación del que la mira y la escucha, sus ojos dos fuegos que encienden su mirada y la hacen amar hasta perderse en el infinito de la magia, de la locura de dos cuerpos que se entrelazan cientos de veces en la cama. Y se entrega a esa fiesta, a esa batalla... y brinda todas la vertientes a esa humedad que quema y que refresca. Es ola ondulante-sensual-sensible antes de ser para siempre mar...
"En 1920 vino Alfonsina por primera vez a Montevideo -dice la poetisa Juana de Ibarbourou-. Era joven y parecía alegre; por lo menos, su conversación era chispeante, a veces muy aguda, a veces también sarcástica. Levantó una ola de admiración y simpatía. Recitaba muy bien. Y con su cabeza rubia, sus ojos azules, su estampa menuda, parecía un duendencillo gracioso, cuya comunicación con el público se estableció en seguida de un modo espontáneo e íntimo. Alfonsina, en ese momento, pudo sentirse un poco reina. Tuvo su corte. Tuvo sus cortesanos. Ella reía; jugaba; pero creo que también fue herida en el juego. Cuando el barco partió, llevándosela, Alfonsina dejó tras de sí una estela de simpatías profundas; y algo más; alguien, en el muelle, encendía pequeñas luces hasta que el barco no fue visible; y en la noche, Alfonsina debió verlas en forma de corazón".
Cuando llegó a la Argentina le escribió a un amigo diciendo: "Conocí la apoteosis, y ahora estoy sola, como desterrada, extrañando tanto que desearía volverme en seguida; pero ya no se si las pequeñas luces de la noche volverán a recibirme en la mañana. En todo caso, temo que parezcan, ya, corazones que se están apagando"
Alfonsina supo sacudir el formalismo de los señores de gris que marcan la leyes... fue una ráfaga renovadora, una ráfaga que comienza a liberar la mujer, una chispa de luz en la monotonía de las letras. El 25 de octubre, su corazón no se apagó, su cuerpo se hizo ola-cielo-arena-constelación, y ella se transformó en mar... Y como luz se fue...

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Alfonsina Storni. Nació en Suiza, pero a los pocos años sus padres la llevaron a vivir en Argentina, primero en San Juan, y luego en Santa Fe. Al morir su padre abandonó los estudios y se dedicó a trabajar en una fábrica de sombreros. En 1911 publicó sus primeros versos en revistas rosarinas. Siendo muy joven quedó embarazada y se fue a vivir a Buenos Aires, donde trabajó como docente y realizó otras actividades para mantener a su hijo. Para escribir sus poemas, solía robar los formularios del telégrafo. Sus versos eran osados, diferentes, llenos de fuegos y tristezas. No solo arremetían contra el machismo sino que rescataban un amor más libre. Su escritura escandalizó a la sociedad que, intentó marginarla. Pero ella peleó y logró colocarse entre las grandes poetisas argentinas de la época, revolucionando el lenguaje. En 1935 supo que tenía cáncer y comenzó a crear poemas que hablaban de una casa que la esperaba en el fondo de las olas. Se suicidó en Mar del Plata, internándose en el mar, en octubre de 1938. El día antes, había enviado al diario La Nación su despedida: el poema "Quiero dormir".

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NELA

Quito, 1944.
Todos los rincones de la ciudad parecen rendirse ante la llegada de los camiones y la victoria y la magia. Las calles se llenan de vidas, las vidas son una flor gloriosa, un mundo, una llama que se va prendiendo al pasar, una mujer... Nela... un rostro, una mirada que busca un horizonte que sobrepase el Pichincha, una historia. El fuego arde en el corazón de las personas, quema, la quema, el fuego con su pedacito de vida se desparrama, su corazón se desparrama y la pasión la abraza con imágenes que la tocan, y también la queman... Y las imágenes son memoria, y tal vez en ese mismo momento Nela recuerde otra mujer que entregó su vida por el amor, otra geografía, otra pasión por el fuego: "Rosa la Roja era tierna y dulce y de un temple tal que asombró a sus verdugos. Forma los primeros soviets en Alemania y enfrenta con los ojos abiertos el pelotón de fusilamiento". En este mayo andino, Nela camina con la misma fuerza en la mirada, y la fuerza y la poesía de las imágenes que surgen. Con la insurrección en un costado de la vida y la vida a flor de piel, como almitas que surgen de la misma gente para acariciar la mañana... como un día de justicia.
Comanda la toma del Palacio de Gobierno y la nombran ministra hasta la llegada de Velasco Ibarra. Su primera acción como ministra es liberar los pájaros, y abre las jaulas para que se queden sin presos políticos...
El mismo día, otra mujer se entrega a la imaginación de crear la historia... y mientras Quito es la pasión de Nela, Guayaquil se enciende en Ana.
Ana Moreno organiza la insurrección en el puerto, participa en la quema de un cuartel policial, derrota a los carabineros de Arroyo del Río. Guayaquil y Quito tienen alma de mujer.
Pero Nela no solo pelea, también organiza, también crea, y funda las primeras organizaciones de mujeres en el país. Y como eso era poco, también participa en la creación de un frente continental; y como eso era menos, también forja un frente internacional...
Pero Nela no es solo organización, también es poesía, letra que apresa la realidad y la entrega en versos, versos que juntan la vida y se entregan al mundo, mundos llenos de historias y de historia... "Manuelita Saenz ‑dice‑ tiene su propio destino personal. Peleó en Ayacucho. Organizó el Hospital de Campaña para los heridos en la batalla del Pichincha. Sus órdenes salvaron a Bolívar de grandes errores. Es la derrotada eterna, incluso de la historia oficial".
Pero este 28 de mayo Manuelita camina por su mente, también caminan otras mujeres como Dolores que tocan la piel y golpean en medio de la gloriosa‑gloria de la victoria...
Pero mayo pasa, el día de justicia se termina; y pasa la gloria y viene el 45 con su Constituyente, y ella está ahí; y viene la realidad que golpea mucho más, y los tiempos se vuelven nebulosos, y los sueños parecen desvanecerse entre los muros que caen... pero ella se niega, ella no acepta... "Todavía quedan los principios ‑dice‑, queda la palabra clara de Mariátegui, quedan nuevos movimientos por construir, queda la utopía que está más allá de la historia, queda la vida. El sueño vive. Chiapas nos devuelve la posibilidad de un sueño maravilloso"...
Tal vez porque los sueños saben caminar por los pretiles de la realidad, saben transformarse en realidad, y saben volver a ser solo sueños cuando es necesario. Tal vez porque los muros que caen son de papel, tal vez porque vale la pena seguir... Tal vez porque Nela, como Manuelita, como Ana, como Dolores, son parte del sueño... Tal vez porque "ahora la tarea es aún más bella", como dice...

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Nela Martínez. Escritora y política ecuatoriana. Fue una de la dirigentes de la insurrección de mayo de 1944, que se denominó La Gloriosa, cuando los ecuatorianos por medio de las armas derrocaron al dictador Arroyo el Río. Luego de la victoria confiaron en el populista Velasco Ibarra nombrándolo presidente y entregando las armas, en pocos meses este se alió con el ejército y destituyó a todos los ministros de izquierda. Nela además fue fundadora de distintas organizaciones de mujeres y junto a la indígena Dolores Cacuango fundó la Federación Ecuatoriana de Indios, primera organización indígena del Ecuador. Escribió varias obras de poesía y cuento, además de decenas de artículos sobre la problemática de la mujer. En los años 20 fue la compañera del escritor Joaquín Gallegos Lara, y en los 80 terminó "Los Guandos", una obra que él comenzó pero quedó trunca cuando falleció.

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GABRIELA

Brasil, noviembre de 1945.
Aunque ya pasaron tres meses, Hiroshima y Nagasaki todavía están en la retina de cada uno de los que andan caminando por esta vida. Las gentes que se embarcan en este puerto del Brasil se van a Europa con la guerra terminada, pero todavía creen que es un cuento más. El barco, de nombre Ecuador, es como una parte del mar, y el mar camina al otro continente.
Ella se sube al barco como quien se sube a un mundo, o mejor dicho a recibir un mundo. Es que sus decires ya han traspasado las fronteras de la América para meterse en todos los rinconcitos del mapa y, como a veces sucede, alguien se hipnotizó con sus palabras y vio que su poesía era de todo lugar y se imaginó que valía la pena premiarla... Y aunque ella nunca creyó mucho ni en los premios ni en los premiantes, hoy está aquí, viajando a Suecia para recibir el tal Nobel, que según dicen así se llama el premio.
Allá por el año 22, ella había estado ayudando en el reciente México revolucionario y el paisaje de cada lugar se hizo letra en el papel. Y el paisaje fue como la imagen del dolor, y más que imagen del dolor, el paisaje, fue algo así como el corazón que se hizo palabra, y la palabra supo decir todo lo que ella veía‑imaginaba ya no en México, sino en casi toda la América...
Pero además, sus palabras supieron salirse del papel y marcharon por todos los países, queriendo juntar los escribidores de cada parte. Y así se carteó con tantos, y caminó el continente, y ya casi nunca regresó a Vicuña, aquella ciudadecita de Chile donde había nacido, en alguna hora del siglo anterior. Mientras se sube a la barca, piensa en todos los años que se marcharon, piensa en Vicuña, y piensa también que, ni los premios ni los halagos fueron un sosegate para las turbulencias del alma que, la hicieron zozobrar alguna que otra vez, le llovieron los ojos y le tristezearon las palabras...
Y el dolor ya no se irá de sus decires, hasta que un día de 1957, en Nueva York, mientras recordaba unos versos que dicen: "Guedejas de nieblas/ sin dorso y cerviz, / alientos dormidos/ me los vi seguir, / y en años errantes/ volverse país, / y en país sin nombre/ me voy a morir", Gabriela dejó de peregrinar.

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Gabriela Mistral. Su verdadero nombre fue Lucía Godoy Alcayaga. Nació el 7 de abril de 1889 en la ciudad de Vicuña, en el Valle de Elqui, Chile. A los quince años, en 1914, comenzó a trabajar como maestra rural. Hasta allí su poesía había sido para ella, pero en ese año ya es apreciada por los chilenos, cuando obtiene el premio de los Juegos Florales de Santiago con sus "Sonetos de la muerte" que, pertenecen al libro "Desolación". También en 1914 empieza a usar el seudónimo Gabriela Mistral. Fue directora de varios liceos de Chile y el 1922 participó en la Reforma Educativa, organizando bibliotecas populares. En ese mismo año trabaja en el México revolucionario, aportando su experiencia en temas educativos. Desde 1932 fue cónsul de Chile en Génova, Madrid, Lisboa, Nueva York, Los Angeles y Brasil. Su poesía camina por la magia de la naturaleza americana, interpreta el dolor interior del ser humano, vive el trabajo y la pobreza, reclama por los derechos de la mujer. En 1945, a los 56 años, recibe el premio Nobel de Literatura. Y recién en 1951 le conceden el Premio Nacional de Literatura, en Chile. Falleció en 1957.
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CARMEN

Río de Janeiro, 1946.
Hoy el viejo acomodador del cine Piratininga está medio tristón, como que hubiera perdido un gran amor... En realidad perdió un gran amor... Y a cada uno de los que va llegando para ver la película, le pone cara de circunstancia y le dice: "Vale a pena ver porque pode ser o último filme dela. ¿Ya viu?, pode ser histórico, mas eu vou sentir saudade da baixinha. Eu acho que todo mundo vai sentir saudade, pois ela é nossa". Y claro, todos se desconciertan un poco con el decir del veterano que, seguramente nació mucho antes que el cine, tal vez incluso antes que los Lumiere, pero luego sonríen y entran a la sala con más ganas de ver el filme y, sobre todo, verla...
Ella vino de Portugal, pero no es portuguesa. Para todos los de acá es como la imagen más igual del país. No hay quien no la adore, no hay quien no la vive. Desde los barrios más pobres, donde se almuerza y cena zamba, hasta los de mucho tener, donde se maravillan con lo que viene del norte, creen que no existió nunca y no volverá a existir otra con su talento. Y ella ríe, baila, ama...
Vino de Portugal, pero sus movimientos son de esta tierra, su picardía es una partecita de estos lugares, su guiñada un rinconcito del paisaje de por aquí, sus caderas como pedazos de un pentagrama salido de las olas. Y ella brilla, sueña, su imagen en la pantalla es casi-casi como las ondas del mar...
Vino de Portugal, pero es brasilera. Y en realidad ya es de muchos lados, porque de a poco ha ido caminando cada lugar con sus cintas y, cada lugar se fue haciendo un poco de ella. Primero se marchó a Hollywood, la miraron, los dejó doidos y se hizo estrella. Se llenó de lentejuelas y collares y fue el toque tropical en las imágenes. Y vino la fama, y los billetes grandes y, hasta dueña de pozos de petróleo dicen que se hizo. Y después fue el mundo. En los cines, ellos quedan hipnotizados con sus requiebres, mientras que ellas se fascinan e intentan copiar un poquito del lenguaje de su cuerpo.
Pero ahora dicen los diarios que ella se volverá al Brasil, dicen que un tal senador MacCarthy anda diciendo que es una obscena, anda pidiendo que la manden del gran país, anda exigiendo... y parece que los de Hollywood piensan hacerle caso, piensan terminar con la reina latina...
Es todo eso que andan diciendo los periódicos lo que le robó algunas lágrimas al viejito del cine Piratininga y lo puso medio con ganas de dejar el trabajo, porque "nao tem injustiza maior que a Carmen deixe de aparecer, deixe seu povo. Tem muitos que nao voltaram ao cinema".
Sí, muchos no volvieron al cine pero ella se quedó ahí, entre la imagen de la pantalla y la de Brasil...

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Carmen Miranda. Bailarina, cantante y actriz que hizo conocer en Hollywood la "imagen del trópico latino", luego de firmar un contrato millonario con la 20 Centuri Fox. Había nacido en Portugal, hija de un peluquero pobre que decidió emigrar al Brasil buscando mejor suerte, cuando ella era niña. Su sensualidad al bailar cautivó al mundo de la pantalla grande, a pesar de no haber sido ni gran actriz ni gran cantante. Durante mucho tiempo su imagen llena de lentejuelas, rodeada de bananas, fue la imagen del Brasil en el exterior, hasta que el tristemente célebre Joseph MacCarthy pidió a la Fox que no le renovara el contrato por "obscena", y así se construyeron muchas historias fantasiosas sobre su "descaro para conquistar los hombres desde niña".

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FRIDA

México, Julio de 1954.
Hoy toda Coyoacán es una casa repleta de miradas que nacen de los lienzos, de las paredes, de todos los rincones. Aquí nació ella, allá por 1910. Aquí creció. Aquí la vida desgarró su mirada, desgarró su pintura, desgarró sus retratos, auto-retratados. Aquí su imagen tiene cinco sentidos, tiene fuerzas ocultas, tiene ojos que miran desde alguna ventana...
Y con el caminar de los tiempos las sombras la asechan, los días son turbios y accidenta la vida, y el cuerpo no responde, y entristece su rostro...
Aquí Frida es una paloma herida que quiere espantar las nubes, es una flor que busca el agua en cada óleo. Y los cuadros de Diego no la atraen, el mundo de su esposo es otro mundo, el arte de su esposo es otro arte. "Mi compromiso es con el arte, mi compromiso es conmigo misma", dice y se distancia, y se sumerge en la subrealidad de su vivir, y busca sus ideas y su inspiración en su interior, en ese mundo que está "más allá de la conciencia".
Ese pensar, ese decir, ese hacer para dar rienda suelta al puro placer estético, la junta a otros grandes subrealistas, la suma a un movimiento internacional... Y del compromiso con el arte se va al compromiso con la política. Se hace amiga de Trotsky, lo apoya, lo protege... lo quiere... Y rompe con el estalinismo y el lenguaje del arte lo mira en la política... Y sigue siendo paloma, y sigue estando herida, y sigue llevando sombras en la mirada, la piel, los huesos. Y sus manos que saben volar siguen hablando de ella a través de retratos-colores-caras dominadas por el sufrir, dominadas por el reír del sufrir, dominadas por la fuerza del sentir. Dominadas por sus miradas que son hojas, raíces, naturaleza muerta.
Aquí ella es acariciada por la vida y el dolor, que es amor, que es pasión por entregarse a otro cuerpo, a otros cuerpos más allá de su marido... Aquí el fuego arde en sus entrañas, en sus ojos, en su decir. Su cuerpo quieto se hace fuego, llama que consume el placer... placer que consume las llamas. Llamas que se apagan. Su cuerpo se consume, como llama...

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Frida Kahlo. Nació en Coyoacán en 1910 y falleció en Ciudad de México en 1955. Fue hija de Guillermo Kahlo Kauffman, reconocido fotógrafo de la época. Comenzó sus estudios de medicina y tuvo que abandonarlos en 1925 cuando sufrió un accidente que la dejó inválida. Durante su convalecencia comenzó a pintar. En esas obras se ve su lucha diaria contra la muerte. En 1928 se integra a la Liga de Jóvenes Comunistas. En 1929 se casa con el reconocido muralista Diego Rivera. Los dos discrepan con el estalinismo, Rivera es expulsado del Partido y ella renuncia. Viajan a Estados Unidos donde viven varios años y logra hacer conocer su pintura, vendiendo incluso varios cuadros. En 1934 regresa a México y en 1937 se aloja en su casa León Trotsky, quien había llegado exilado al país. Participa activamente dentro del Movimiento Trotskysta y en los grupos de solidaridad con la República Española. En 1940 se divorcia de Diego Rivera. Estuvo entre las artistas que en la época del muralismo no aceptaron la pintura "comprometida" y se preocuparon más por la parte estética del arte. Sus retratos y autorretratos se caracterizan por elementos expresionistas y subrealistas con una temática vinculada a la realidad popular.

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CELIA

La Habana, Diciembre de 1956.
Cuando ella era niña llevaba el oriente en el alma, el sonido del mar y el dolor de su gente. Región de la isla marcada por la rebeldía, la suya, lleva en la memoria de todos la magia de Hatuey, aquel cacique que se hizo luz en la playa y en la montaña, y hoy cuando la noche no grita con la voz del trueno, ni silba el viento de los huracanes, ni llora la lluvia del diluvio, surca el cielo clareando las estrellas. También son memoria de ese lugar las luchas de un señor de apellido Martí, región de batallas. Pero su niñez no fue memoria de otros tiempos, sino rostros de una realidad que la golpeaba. En ese entonces, los gobernantes de su país decían que para encontrarse con la vida había que olvidar el sonido del mar y de la magia, hacer de la isla un gran casino para que entre dinero, y dejarse llevar por esa gran nación llamada Estados Unidos.
En ese momento descubrió que si para encontrar "la vida" debía dejar "su vida", ese país llamado Estados Unidos no tenía nada que ver ella, ni con su gente. Con los años, observando los uniformes en las calles y las fichas en las salas de juego, aprendería que la gente de Cuba era pensada en Estados Unidos, que sus vidas se inventaban (o imaginaban) allá, y aquí tenían que vivirlas como allá querían. Viviendo de poco y soñando del aire, sin Hollywood, sin John Wayne ni Búfalo Bill... pero con muchas ruletas en el horizonte. Una vida sin fama ni gloria, pero con mucha pena.
Allá estaba el presidente con más guardaespaldas del mundo, los espías más poderosos y los héroes del cine. Pero ahora esos espías están también acá. Vienen a dar clases acá y en todo lado. Dicen que su tarea es "ayudar" a los cubanos, pero para eso deben cumplir sus órdenes. Cuando Batista se hizo dueño de ministros y suministros, ella se dio cuenta que no solo la vida se dibujaba en Estados Unidos...
Ahora ya pasaron veintidós años de aquel andar, y solo cuatro desde que Fidel Castro y un grupo de cubanos intentaron tomarse el cuartel Moncada. Tiempo que acunó muchos rebeldes y rebeldías.
Ahora ella mira al mar como esperando la llegada de algún barco perdido y encontrado en el Caribe. Ahora ella presiente el amanecer y se prepara para recibirlo, para hacer que el mar se toque con la Sierra Maestra, para que la llegada de ese barquito de papel sea un buen comienzo del futuro.
Ella vuelve a mirar las olas y piensa en la realidad de su país, ese que el transcurso del tiempo le propuso una invariable secuencia de frustraciones. Como que a lo largo de los años, los cubanos han ido acumulando algo así como enfermedades crónicas: las leyes, las armas y el juego venidos del norte; los militares venidos de adentro. Muchos presienten eso, pero presienten también que algo está por empezar en esta pequeña isla.
Algo que la tendrá como protagonista importante. Ahora Norma piensa en el hoy, aunque es el mañana el que la acaricia: la Sierra en el corazón, el amor en cada rama y en cada bala, el fin de año del 58, la entrada en La Habana, los primeros años de cambiar todo y construir mucho. Ahora ella se preocupa porque el mar viene solo con sus ondas, porque nadie llega escalando la bravura, porque el barco no aparece en esta orilla. Ahora ella se encomienda a Santa Bárbara, como lo hace diariamente toda su gente y espera... Sabe que ellos llegarán...

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Celia Sánchez. Nació en 1920 en un pueblo del oriente cubano. Desde joven tuvo gran ascendencia sobre la gente y fue muy querida en su región. En diciembre de 1956 cumplió un papel fundamental en el apoyo a los rebeldes que llegaron a Cuba en el Granma, para iniciar la lucha contra la dictadura de Batista. Fue la primera mujer que integró el ejército revolucionario como combatiente y secretaria de Fidel Castro, utilizando el apodo de "Norma". Se encargó de guardar un sin fin de documentos con los que más tarde se iniciaría el Archivo Histórico de la Revolución. Después del triunfo de la revolución, el 1 de enero de 1959 cumplió un papel importante en el fomento de la participación ciudadana en el nuevo gobierno. Es voz corrida en Cuba, que en la obras más importantes de los primeros años del gobierno, tuvo algo que ver Celia Sánchez. Por otra parte, para la mayoría de los cubanos, fue la compañera de Fidel Castro durante muchos años, aunque eso oficialmente nunca hubiera sido aceptado.

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ADELITA

Ciudad de México, 1963.
Ella mira el papel firmado por el presidente y sonríe. Lo lee una y otra vez para convencerse que es verdad, y una y otra vez vuelve a sonreír. El papel, que es algo así como una carta, dice que ahora tiene una pensión por haber sido veterana de guerra, y dice que se reconoce su valor, y que se agradece el servicio a la revolución... Ella lo deja caer al piso y recuerda el siglo en sus inicios, que es como recordar sus años jóvenes. Y escucha a Zapata cuando dice: "Luchamos por la tierra y no por ilusiones que no dan de comer", y ve a la división del norte con Pancho Villa, y se quema con aquel sargento que acarició su piel y puso fuego en sus noches, escalando su cuerpo hasta la locura. Y recuerda y olvida... Y ya no sabe de donde viene, entonces se cree que todo es una ilusión, como la revolución, que ahora es institucional.
Y antes de olvidar toda la poca memoria que le queda sigue recordando...
El hambre era de casi todos y la comida de casi ninguno. Los días estaban fregados, pero de repente comenzó el alboroto. Y ella, que andaba chamaquita, se metió a la pelea, que era contra Porfirio Díaz (un general de muchos años mandando, lleno de latas y latones). Que era también contra la abundancia de falta de comida.
Y ya a los catorce años ella andaba en ese lío, como andaban tantas, y cargaba su fusil como si fuera un niño parido de sus entrañas, y un sargento villista de nombre Antonio, se metió en su cuerpo y lo exploró, y ella exploró el de él. Y su historia se hizo corrido, que es como si fuera imagen de México. Y ella, La Adelita, se hizo vida en los cantadores del país que decían: "Popular entre la tropa era Adelita, / la mujer que el sargento idolatraba, / porque a más de ser valiente era bonita/ y hasta el mismo coronel la respetaba. / Y se oía que decía, aquel que tanto la quería: / Si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar. / Si es por mar en un buque de guerra, / si es por tierra en un tren militar".
Y su historia no fue solo canto, también se hizo himno en la división del norte. Y las bandas de música lo tocaron, y los soldados lo silbaron y los cantadores de cada parte lo hicieron de ellos, que fue como hacerlo de todos los mexicanos...
Ahora, después de 32 años trabajando para el Estado, mira ese papel donde le dicen que le otorgan un premio que se llama pensión; mira una foto de su regimiento; mira a lo lejos como queriendo encontrar los años; mira los sueños, que de tanto tiempo caminado se institucionalizaron, que es como volverse viejo siendo joven; y el corrido surge en su pensar.
Y como vino, el recuerdo se fue... Y la pensión, y la memoria, y las geografías, se hicieron una sola. Y ya nadie supo de qué rincón de México era, y ya todos la hicieron nacer en su lugar. Y ella fue la imagen-mujer de la revolución, que es como decir una poesía surgida de las llamas, que supieron quemar en el lecho y la batalla...

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Adela Velarde. Para algunos es solo una leyenda, para otros el personaje femenino con mayor proyección en la revolución mexicana. Según cuentan, y quedó guardado en la memoria de los tiempos, era una enfermera que a los 14 años militó en las tropas de Pancho Villa, donde el sargento Antonio del Río Armenta interpretaba en su honor, la canción "La Adelita". Más allá de la leyenda o la realidad, algunas décadas después de terminada la revolución, Adela Velarde o "La Adelita", quien trabajaba en una oficina pública, recibió una pensión como veterana de guerra, por su servicio a la revolución.

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DOMITILA

Catavi, 1967.
El cementerio es como una imagen del fondo de la tierra. Es como esa bruma que va invadiendo toda la parroquia de Catavi. Es como las nubes que van llegando con todas las lágrimas de las minas. Es como el viento que va rompiendo el horizonte y, se viene tras la multitud de cuerpos caídos, esperando para ser enterrados; tras los muchos pozos que, son como heridas de esta tierra, cubierta por tanto dolor, por tanta mirada que cae como una piedra contra los militares que, el día antes sangraron la fiesta de San Juan en el vecino rincón de Llallagua...
Subida en el muro del cementerio, una mujer embarazada marca a fuego la muerte uniformada, marca la dolor con gritos salidos del último país de la alma, que es como decir de la furia guardada por cientos de años...
‑ ¡Asesinos!, ¡asesinos!...
Y todas las miradas caen sobre ellos, y todos los odios del decir y del pensar... Pero los fusiles no hacen caso a la agonía, que es como decir que las sombras se tomaron toda Catavi y Llallagua. Y ella, la mujer del muro, con la panza grande como un mundo que va queriendo salir de sus entrañas, marcha presa por carajear los uniformes, que es como carajear al presidente de Bolivia, o sea nadie.
Y uno manda una patada contra ella que, se defiende y le da un sopapo, y el mismo manda un puñete y sigue mandado golpes, y le aprieta la panza con la rodilla. Y ella se cubre y le araña la cara. Y él sigue mandando patadas. Y vienen otros cuatro para pegarle, y ella cae...
Cuando despierta entre rejas, con seis dientes rotos, la sangre chorrea... "Y como si la fatalidad del destino hiciera ‑dice‑, comenzó el trabajo de parto. Empecé a sentir dolores, dolores y dolores y a ratos ya me vencía la criatura para nacer... Ya no pude aguantar. Y me fui a hincar en una esquina. Me apoyé y me cubrí la cara, porque no podía hacer ni un poquito de fuerza. La cara me dolía como para reventarme. Y en uno de esos momentos, me vencía. Noté que la cabeza de la huahua ya estaba saliendo... y allí mismo me desvanecí. Y cuando volví a despertar estaba toda mojada. Tanto la sangre como el líquido que una bota durante el parto, me habían mojado toda. Entonces hice un esfuerzo y resulta que encontré el cordón de la huahua. Y a través del cordón, estirando el cordón, encontré a mi huahuita, totalmente fría, helada, allí sobre el piso".
Después, todas la nubes se hicieron agua y todos los vientos cayeron sobre Llallagua y Catavi. Después hubo más peleas. Después, algún día de once años más tarde, dijo a su gente: "Nuestro enemigo principal es el miedo. Lo tenemos adentro". Y se fue a La Paz con otras cinco, a liberarlo...

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Domitila Chungara. Indígena nacida en Pulacayo, zona minera de Bolivia. Al morir su padre tuvo que hacerse cargo de sus cinco hermanas porque su madre estaba muy enferma. Con el correr del tiempo comenzó a preocuparse por la situación social que vivían las comunidades mineras. El 1952, se casó con una trabajador minero y empezó a participar activamente en el Comité de Amas de Casa del Distrito Minero Siglo XXI, del que la nombran Secretaria General. Su testimonio dio a conocer la masacre de San Juan, en 1967, cuando el dictador René Barrientos mandó al ejército contra las comunidades mineras de Catavi y Llalagua. Tras la matanza, ella, que estaba embarazada, fue apresada y torturada hasta que perdió su hijo. Posteriormente ayudó en la lucha contra la dictadura del general Hugo Banzer. En la navidad de 1978, en La Paz, junto a otras cuatro mujeres mineras y veinte niños inició una huelga de hambre contra la dictadura. A ellas se sumó un sacerdote y en poca tiempo se sumaron más de mil quinientas personas. Con el correr de las horas los huelguista se multiplicaron por miles. Veintitrés días después de que las mujeres comenzaron la huelga de hambre, las calles de las distintas ciudades de Bolivia fueron invadidas por la gente. Otro gobierno militar se había terminado. En 1980, se produce un nuevo golpe de estado, y ella debe exiliarse. En 1996 vive en Bolivia junto a cuatro de sus siete hijos.

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ELENA

Ciudad de México, 1968.
La plaza, es como la última morada de la esperanza. La esperanza cae en la calle como la sangre, que es roja y es joven y duele hasta las entrañas, hasta los ojos, hasta la piel... La plaza, que dicen que es de las tres culturas, que dicen que une a México, es en realidad como la imagen de la desolación, de la muerte, el último reducto del sufrir. Los estudiantes, que llegaron con sus carteles denunciando el mal gobierno, denunciando la oscuridad que se esconde tras el color de las Olimpíadas, se encuentran con las balas, con el hablar de los fusiles que, estaban ahí desde antes, esperando en los rincones....
Los estudiantes corren, y al fin logran refugiarse en ninguna parte, y al fin logran regarse en la plaza, que también se llama Tlatelolco y también es dueña de los símbolos, de la magia ancestral... Ella, sabia‑sabida‑sabedora de lo que es trasmitir la imagen de la vida y la muerte, el color del odio y el amor, el movimiento de los que corren y el fervor del paisaje... toma los aconteceres, toma los testimonios que quedan, toma una fotografía de la plaza, y de los estudiantes, de los fusiles, de los uniformes y de toda la dolor mandada por los que más mandan. Los toma y los hace palabras que, cuando uno las lee en realidad es como si estuviera ahí, porque en ella la palabra no solo dice sino que muestra. Cuentan que nació en el país francés y desde muy niña se vino al país mexicano, pero todos dudan, todos piensan que ella nació en aquella plaza de Tlatelolco, y piensan también que nació en cada lugar de este país donde la dolor abraza a las gentes, donde las gentes están olvidadas, donde los olvidos son como muertes, donde las muertes son el acontecer de cada día, donde los días son solo noche. De Francia sabe poco, pero camina todo y cada rincón de la geografía de aquí y, anda por todo y cada decir de los y las que en ella viven. Y a través de ella, México se conoce a si mismo, se mira en el espejo que, son las letras de esta mujer de apellido difícil, de esta Elena, conocedora‑amadora‑sufridora de un país tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios.

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Elena Poniatowska. Nació en Francia pero se radicó en México desde niña. En 1954 se inició en el periodismo, desarrollando un estilo basado en la investigación testimonial y pintando al país y su gente. Escribió más de veinte libros en los cuales se puede apreciar toda la variedad de su creación, caminando a través de la historia y la realidad mexicana. Sus obras más conocidas son: "La noche de Tlatelolco" (1971), que tiene más de cincuenta ediciones; "Todo México" y "Tinísima". Es colaboradora de distintos diarios y revistas.

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JUANA

Montevideo, 1969.
Cuentan en Uruguay que hubo un tiempo en que las mujeres asaltaron la palabra sin permiso, la rompieron y decidieron hacerla de nuevo, con más fuego. Un fuego que hizo arder las letras, la piel y el corazón para iniciar la insurrección de los sentidos. Una insurrección que empezó por Delmira y María Eugenia pero se hizo país a través de Juana, esa mujer que supo desnudar y desnudarse en lenguas y diamantes para que después toda la América se sacara la ropa con menos miedo y sin frío.
Cuentan que cierta mañana ella se levantó y dijo voy a escribir algo que llegue hasta el mundo más mágico de los sueños, que eche a volar la imaginación de un cuerpo desnudo y sediento, y perturbe la fantasía de los amantes. Luego miró el espejo se acarició los senos y dijo: "Con el busto desnudo me contemplo al espejo. / El corazón, doliente e inquieto, salta aquí. / Y sobre él la piel tiene tan dorado reflejo/ Que me tienta, me tienta engarzarle un rubí".
Esa mirada, ese espejo y esas lenguas de diamante, se hacen imagen del amor en su país y en otros tantos. Sus palabras se hacen nómadas y viajan por las geografías, de un lugar a otro, de un sonido a otro de un silencio a otro. Sus decires generan visiones, sensibilidades, memorias y una musiquita que es parte del mundo que revelan. Sus versos son como las pinceladas de Torres García regalando calma y elegancia. Y cuando se autorretrata dice: "Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena. Elástica y alegre. Esbelta y morena como un lirio vivo. En los ojos tengo partida una estrella. Huelo a hierba clara. Y soy toda suave bajo el manto esquivo.
Su creación es el viaje constante de la realidad a la imaginación. Siempre las primeras estrofas se le aparecen como centellas, a veces provocadas por una emoción cualquiera, visual o interior, a veces sin ninguna causa controlable. Para ella, la poética auténtica no es más que una mediunidad, y por lo tanto, el ser humano no es más que el instrumento de las presencias invisibles. Muchas veces tiene en la cabeza una obsesión, un verso, lo escribe, e inmediatamente, sin ponerse a pensar ni a buscar nada, continúa la creación como si obedeciese a un dictado misterioso, o como si, un ser intangible la guiase de la mano. "Estos poemas -dice-, por regla general, no requieren correcciones ni pulimiento. Y casi siempre son los mejores. En otros casos, tras ese relámpago de estrofas iniciales, viene luego el trabajo de forja, de lucha con la palabra, para que la substancia sea tan sutil y tan pura, que debajo suyo se vea como corre mi alma".
Juana regala una imagen del todo, y vemos las pasiones y sueños de una joven madre, y el sentir dolido por la tala de un árbol, y el cuerpo de una mujer temblando de placer, y la muerte que a veces se acerca. Y vemos eso y mucho más, su sensibilidad siempre camina entre la confesión de sus secretos y la anécdota cotidiana. Sus pensamientos están en constante transformación, no mueren, se renuevan, como ella.
Para Angel Rama, su creación tiene una pureza armónica que no lograron las otras voces femeninas del continente. Por eso dice: "Es obvio que si una de esas voces merecía la distinción (?) de un Nobel, no era Gabriela sino Juana, la legítima destinataria".

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Juana de Ibarbourou. Es considerada una de las más grandes poetas uruguayas del siglo. Nació en la ciudad de Melo en 1895 y falleció en Montevideo en 1979. Su libro "Las lenguas de diamante", publicado en 1919, revolucionó la creación poética. La crítica lo destacó ampliamente por la "audaz innovación del lenguaje" y el manejo de una "imaginación prodigiosa". En poco tiempo su creación era leída en todo el continente. En 1929 fue reconocida como "Juana de América" y en las tres décadas siguientes fue homenajeada en distintos países del continente, Europa y Estados Unidos. En 1959 obtuvo el Gran Premio Nacional de Literatura. Su mundo creativo ha sido comparado al de Ana de Noailles y Walt Whitman.
Entre sus obras se destacan: "Las lenguas de diamante (1919), "El cántaro fresco (1920), "Raíz salvaje" (1922), "La rosa de los vientos" (1930), "Chico Carlo" (1944), "Perdida" (1950), "Romances del destino (1955) y "Elegía" (1967).

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EVITA

Buenos Aires, 1975.
¡Qué año este!... el empujón final hacia la oscuridad. ¡Qué oscuridad!... una presidenta trasnochada y un brujo. ¡Qué gobierno!... un cementerio de imágenes, un país. ¡Qué país!... Marchito, olvidado de amaneceres. Pero eso no es tan triste, triste es ver a la gente caminar por las calles... sentir ese andar extraño de los sueños, y ver que se rompen, como dice Juan...
Antes de uniformar totalmente la realidad, el brujo y su presidenta, preparan la metáfora final: intentan barrer el cementerio: trayéndola de vuelta al Plata...
En Toldos cada uno habla de ella como si siguiera viva, como si la hubieran conocido siempre, como una salvadora... como si fuera hija de todos. Y lo fue ‑lo es‑. Aunque allá por 1935, decían que se iba a la capital de puro fuego en el cuerpo... de pura llama.
Y todos comentaron su descaminar, aunque cuando se hizo un poco conocida como actriz, el fuego comenzó a olvidarse. Y todos la conocieron desde niña, y todos la conocen. Y es bonita, y le gusta la ropa linda, los vestidos vistosos, la magia del atuendo... Y se enamora de un uniforme, de un vicepresidente encarcelado, de una imagen... Y conversa con los trabajadores, y se pone al frente, y los hace levantar. Y el 17 de octubre los obreros ocupan Buenos Aires, y el uniforme es liberado y se hace persona y se hace presidente...
Y ella es la vida, saca a los de mucho tener para dar a los de poco comer, recibe a los de abajo en su oficina y los trata como seres humanos, se hace madre de todos, se hace grande, se hace símbolo, se hace Evita... Y las pieles de visón y armiño alumbran su cuerpo. Y el uniforme, ya tiene nombre y es algo más que militar, y se llama Juan Domingo Perón. Y surge el peronismo que para bien y sobre todo para mal, hace del país un espejismo.
Y Evita ayuda a los sin camisa, y Perón ayuda a su iguales de la Alemania perdedora de la guerra. Y Evita sabe en quien apoyarse y a quien ayudar, pero no sabe cómo cambiar la realidad, a donde caminar... Piensa que postularse a la vicepresidencia es una salida, no va mucho más allá... Y a pesar de eso, los militares la temen y no aceptan la candidatura.
Y comienza el desgaste, y la vida le juega una mala pasada, y el barco queda a la deriva, como siempre estuvo. Y Perón pierde el uniforme y se marcha, y los militares deciden secuestrar la vida, que parece seguir viva, y la envían fuera del país. A pesar de eso la imagen queda en las mentes, camina por la mirada de casi todos los argentinos, y ayuda a que el espejismo siga vivo. Y el brujo y la presidenta, antes de entregarse a los uniformes piensan en volver a traer la vida... Eso no es tan triste, triste es ver a la gente seguir creyendo en la vida, como un espejismo...

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Eva Duarte. Nació en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, en 1919. Alcanzó cierta popularidad como actriz entre 1935 y 1945, cuando se casó con Juan Domingo Perón, quien acababa de ser depuesto de los cargos de vicepresidente y de ministro de trabajo. Encarcelado Perón en la isla Martín García, encabezó la campaña de movilizaciones que culminó el 17 de octubre con la ocupación de Buenos Aires por parte de los trabajadores y la posterior liberación de Perón, que en febrero de 1946 fue electo presidente. Durante el gobierno de su esposo, Eva Duarte pasó a ser conocida como Evita y dirigió la Secretaría de Trabajo y la Fundación de Ayuda Social. Postuló su candidatura a la vicepresidencia en 1951, pero no fue aceptada por los militares. Con su muerte en 1952, el gobierno entró rápidamente en crisis. Perón fue finalmente derrocado en 1955. Ese mismo año el cuerpo embalsamado de Evita fue secuestrado por los militares golpistas y enviado a Italia primero y luego a Madrid. En 1975, otro gobierno peronista abría paso a los militares. Lo dirigía la segunda esposa de Perón, María Estela Martínez, quien junto a López Rega, Ministro de Bienestar Social (conocido como el brujo, y fundador de los escuadrones de la muerte), decidieron repatriar el cuerpo de Evita como una forma de ganarse a la gente.

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CHABUCA

Lima, 1975.
En Perú se escucha una pajarilla que canta a la vida de la gente, al amor de la gente, al paisaje de la gente, es una pájara de muchos ritmos y muchos trinos y muchos colores. No es de la sierra ni de la costa, no es de región alguna, es de todos los rincones... y canta con la música de la sierra y cautiva con el decir de la costa... Y cuando canta, el cajón suena mágico, atrapa, acaricia la piel y se suma a la voz para conquistar mundos, para embriagar los sentidos, para conquistar... Y cuando llega a Lima suele decir: "Déjame que te cuente limeño/ déjame que te diga la gloria/ del ensueño que evoca la memoria/ del viejo puente del río y la alameda. / Déjame que te cuente limeño/ ahora que aún perfuma el recuerdo/ ahora que aún se mece en un sueño/ el viejo puente, el río y la Alameda". Y el limeño la escucha y se ve en sus historias, y conoce de una bella mujer que al ritmo de su cadera estremece las veredas, y seduce miradas y corazones, y camina más allá del Perú, y suma amores en todo corazón, en toda América... Y la mujer se torna un sentimiento y muchos cantadores hablan de ella y la hacen pasear por sus guitarras, por sus cajones, por sus tambores, y se hace parte de la piel del sonido. Y muchos escuchan‑cantan‑silban: "Jazmines en el pelo y rosas en la cara/ airosa caminaba la flor de la canela/ Derramaba lisura y a su paso dejaba/ aroma de mistura que en el pecho llevaba/ Del puente a la alameda, menudo quien la lleva/ por la vereda que se estremece/ al ritmo de su cadera/ Recogía la risa de la brisa del río/ y al viento la lanzaba/ del puente a la alameda". Y la pájara es muchas voces, es muchas letras a la vez, es muchos pentagramas, muchas geografías...
Le dicen Chabuca, y así la conocen desde el río Bravo a la Tierra del Fuego. Así la nombran y así la quieren, no importa si ese no es su nombre, es que Chabuca ya no es un nombre, es un sentimiento peruano... es una flor peruana, la flor de la canela. Y cuando se marcha todos la duelen, todos la nombran, y en el dolor de un Perú sangrante por la violencia, por la sangre en las calles, por la pobreza que es la violencia primera, en el dolor, a pesar del dolor, sigue caminado su voz, sigue trinando su vida, sigue susurrando al viento: "Déjame que te cuente limeño/ hay deja que te diga moreno, mi pensamiento/ a ver si la despiertas del sueño,/ el sueño que entretiene moreno tu sentimiento...".

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María Isabel Granda. Fue la cantante y compositora peruana de más trascendencia en América Latina y Europa. A partir de 1952 compuso una larga serie de canciones que tuvieron mucho éxito, algunas de ellas ya son clásicos en el repertorio de muchos cantantes, como "La flor de la canela" y "Fina estampa". Formó parte del movimiento musical latinoamericano que a partir de los primeros años de la década del 50, comenzó a rescatar el folclore de América y se transformó en el antecedente de lo que luego será el Movimiento de la Canción Protesta. Como intérprete actuó en todo el continente y varios países europeos. Nació en 1920 y falleció en 1983.

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ALICIA

Buenos Aires, 1977.
Cuando mira a las Madres de Plaza de Mayo, los ojos se le pueblan de imágenes. Las imágenes son parte del siglo en sus comienzos. Los comienzos... ¿qué son los comienzos, sino recuerdos? Los recuerdos no sabe si son verdad o son mentira. Si los soñó o los vivió. Pero viven en su niñez y así los guarda su memoria, por lo tanto, existen. Los recuerdos son desatados dos por tres, en este presente oscuro, que a pesar de todo no le deja perder la esperanza.
- Siempre creí que este país merecía ser distinto. Que un día íbamos a unirnos todos y el destino cambiaría. Recuerdo los barrios obreros de esta ciudad cuando llegábamos con las banderas rojas, y la gente se iba reuniendo, y se iban logrando cosas. Cuando el partido socialista era una parte linda de la vida. Cuando la mujeres nos juntamos por primera vez y empezamos a pelear por nosotras...
Entre los lugares fabulosos de su memoria, hay muchas fotografías y periódicos. Objetos que le traen a la vida los haceres y deshaceres de por acá: y ahí está el dolor de la Patagonia ensangrentada, las expropiaciones de los ácratas, Perón y sus espejismos... Haceres y deshaceres de por allá: y entonces aparecen las marchas de los obreros norteamericanos enfrentados a las mafias, las caras de Sacco y Vanzetti antes de morir, el decir y hacer de Rosa Luxemburgo...
En realidad es como si el mundo le diera vuelta en la cabeza, en esta tarde de uniformes. Pero cuando el ánimo se quiere caer, enseguida se sobrepone, entonces salta y lanza un grito de puro optimismo.
- Ya terminaremos con el poder del Papa y los generales. Ya vendrá la revolución, ya todos estaremos juntos...
Ella es como el motor de las Madres, no deja que el mundo se vaya más abajo de lo que ésta, no deja que el dolor se instale y haga su miseria. Todo lo transforma en esperanza, porque siempre es posible hacer algo. Y así lo dice, y así lo pide. - - Vamos, todas unidas. Cada una por su lado, no. Tenemos que estar juntas para seguir caminado.
El sol de diciembre entra abundante por la ventana de la sala, donde cinco madres discuten los próximos pasos en la lucha por rescatar la memoria, por hacer que llegue la verdad, y la justicia deje de ser una palabra más en el diccionario. Cuando terminan, ella les habla de un barrio donde la solidaridad era el pan de cada día, donde todos se ayudaban y protegían, donde no había puertas cerradas, donde el fin de año era una fiesta colectiva en las calles. Y les cuenta de los bailes, de los novios, de un mundo que quería nacer distinto. Las madres la escuchan y la admiran por tanta vitalidad, aunque está pisando los cien años.
Y mientras Alicia habla, todas recuerdan algún barrio, alguna calle. Y todas, tal vez, intentan descifrar el signo de los tiempos. ¿Cómo entender los tiempos, ahora, cuando ni música queda? ¿Cuando los uniformes entran en las casas sin permiso y cierran cuadras enteras? ¿Cómo entender los tiempos, cuando tantos hijos se marcharon buscando un amanecer, casi-casi sin despedirse? ¿Cuando tantos otros deben dejar el barrio para no dejar la vida? ¿Cómo entender los tiempos sin barrio?
Ella, que vivió todas los días del siglo y todos los tiempos que fueron de la luz a la oscuridad, a veces tiene una duda: no sabe si los recuerdos que le dejó la vida, son verdad o mentira. Pero están en su memoria y, por lo tanto, existen. Aunque algunos se empeñen en hacer creer que son mentira, la vida ayuda a no olvidar.

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Alicia Moreau de Justo. Es considerada una de la primeras feministas de América Latina. Ya en las primeras décadas del siglo empezó a pelear por los derechos de la mujer. Para eso, y para organizar a las argentinas, reunía campesinas en el campo y obreras en los barrios fabriles. Fue una de las fundadoras del Partido Socialista de Argentina y participó en las grandes manifestaciones sociales que se dieron en distintas épocas. En 1977, al poco tiempo de fundarse la Asociación Madres de Plaza de Mayo, se sumó a la lucha de ellas contra la dictadura. A pesar de su edad avanzada, mantenía su espíritu, y se encargaba de levantar el ánimo de la madres, humilladas y maltratadas por el poder.

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CLARICE

Río de Janeiro, 1977.
Viste que la palabra, podía ser tu mejor confidente desde muy niña. Que una mujer, nace, se abre y se hace metáfora para poder contarse‑leerse‑vivirse antes de volar. Y aunque otras mujeres caminen por la vida con historias muy semejantes, ninguna de ellas, o tal vez todas, habitará el tiempo de tu pluma: aquella alma... Pues tu aprendiste de todas y ninguna, la fuerza de lo que perece y la herida de lo que vive.
Hora nublada, sabes que se puede ‑debe‑ seguir buscando y escribes‑describes personas que hablan solas, con su propio espejo... Pero no están locos, más bien están demasiado cuerdos para el momento, pues sus almas se quiebran en dos: una parte recorre su mundo interno mientras la otra da vueltas por el mundo que le rodea.
¿Y tu mundo? Aunque andes mucho por las europas, sigues volviendo a tu Recife, a tu Río de Janeiro, sigues caminando por este Brasil tan tuyo y tan de todos, uniformado como nunca, a pesar del febrero de colores...
Alta noche, tu pensar te desvela nuevamente: ya olvidaste tu nacer en algún lugar de Ucrania; en tu mente solo está aquel andar pernambucano; aquella primera novela a los dieciocho años (que alguna editorial no quiso publicar y al año siguiente te dio un gran premio); "A cidade sitiada", tu novela más querida; "A maça no escuro", la que quisieron los críticos... tanta cosa.
Pero de repente desaparecen todas las añoranzas. Frente a la máquina de escribir ya no está tu niñez, ni tu ciudad, ni tú primer gran éxito, ni ese país de soldados, ni el desfile de las escolas do samba. Junto a tu corazón, tu piel, tu mirada, surgen sólo preguntas sobre Dios, el amor, la libertad, las almas... Tus personajes se adueñan de ellas y aparecen algunas respuestas, no muchas, otras las construirán quienes te lean. Mientras te escapas del pozo del tiempo y antes de sembrarte en Río para siempre, tecleas los últimos aconteceres de tu decir... Ahora ya no dudas como alguna vez y, piensas que toda la emoción que has contado con palabras no fue solo tuya, y que las historias fueron de muchos, y que la metáfora fue, en parte, una realidad de tantos... y la imagen de Clarice.

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Clarice Lispector. Nació en Tchetchelnick, Ucrania, en 1926 pero se radicó en Brasil teniendo pocos años. Pasó su infancia y adolescencia entre Recife (estado de Pernambuco) y Río de Janeiro. Su primera novela, "Perto do coraçao selvagem", la terminó a los 18 años. La editorial José Olympo no aceptó publicarla, pero al año siguiente, con esa novela ganó el Premio Graça Aranha, uno de los concursos literarios más prestigiosos de Brasil. En poco tiempo Clarice se convirtió en un fenómeno de la literatura brasileña, su escritura rompió todos los esquemas de la narrativa y el mundo interior de las personas-personajes pasó a ser el centro de su creación. Desde 1971 viaja seguido a Europa, donde mantiene largas estadías. Está considerada como una de las grandes narradoras de este siglo. Cuando murió, en 1977, había publicado diez novelas, dos libros de cuentos y varios volúmenes de crónicas y artículos periodísticos. Sus obras más importantes son "A cidade sitiada" (1949), "Laços de familia" (1960), "A maça no escuro" (1961), "A paixao segundo G.H" (1964), "Uma aprendizagem: o livro dos prazeres" (1969) y "A hora da estrela" (1977).
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ELIS

Río de Janeiro, 20 de Enero de 1982.
Tirado en la arena de la playa del Flamengo hay un borracho. Todos los que pasan a su lado, se imaginan que salió de una canción de Joao Bosco y Aldir Blanc. Una canción que ella cantó, que golpeó a los uniformes, que dolió en el corazón de los jóvenes, que duele... y sin embargo cuánta vida hay en esas letras.
Su mirada tristona se pierde más allá del mar, donde todavía quedan muchos de los que como él, partieron en un rabo de foguete. Su pensar solitario cae al mar, donde está Yemanjá y Vinicius, y ahora seguramente esté ella. Un borracho sin equilibrista pero con recuerdos.
Y en esa memoria de alcohol, anida una historia de Belchior, que es como una descripción de su vida, y la de ella. Entonces, tal vez buscando su equilibrista, tal vez escuchando la voz de ella en el mar, tal vez soñando -o sabiendo- que el show tiene que continuar... arma el diálogo. Y cuando una muchacha se acerca, la acaricia con palabras. Pero ella no corre, se queda a escucharlo y le sigue la conversa. La joven sabe que lo conoce, él sabe que la conoce, los dos saben que en esa conversación-canción, están describiendo sus vidas y lo que fue la vida de Elis hasta ayer nomás, cuando Sao Paulo se nubló. No hay música de fondo, pero hay olas y saudades.
- Sabés que, hoy no quiero hablarte de las cosas que aprendí en los discos, o en los libros, o en las manifestaciones. Quiero contarte como viví, y todo lo que me pasó en estos años. Todo lo que pensé y todo lo que sigo pensando. Vivir sigue siendo mucho mejor que soñar. Yo sé que el amor es algo bueno. Pero también estoy convencido que cualquier canto, es mejor que la vida de nosotros. Por eso, cuidado mi amor, hay peligro en la esquina. Ellos vencieron y el semáforo está en rojo para nosotros, que a pesar de todo seguimos siendo jóvenes.
- El amor es una cosa buena. Si será buena que en la herida abierta de mi corazón, todavía hay un lugar para vos. La última vez que te vi fue hace bastante tiempo, con el pelo al viento, la campera de jean y la guitarra. Todavía recuerdo la calle y la gente joven reunida, las canciones de Elis y tu voz. En la pared de la memoria ese es el cuadro que me duele más.
- Mi dolor en cambio, es saber que a pesar de haber hecho todo lo que hicimos, todavía somos los mismos y vivimos como nuestros padres. Nuestros ídolos todavía son los mismos y las apariencias ya no engañan más. Tu tal vez digas que después de ellos no apareció nadie. Incluso podrás decir que es la borrachera o que estoy inventando. Solo sé que quien me dio la idea de una nueva conciencia y una nueva juventud, está en su casa contando monedas.
- Pero es que vos sigues siendo el mismo pesimista empedernido, el que ama el pasado y no ve que lo nuevo siempre llega. Lo nuevo tiene que venir. Incluso el pasado tiene que servir para cambiar y volver a cambiar cada día. Para construir y volver a construir, para construirnos y volver a construirnos...
Y como el alcohol, la canción se evapora en el aire, pero Elis sigue ahí, en la charla media atrapalhada, media intelectual de un borracho que hace poco regresó del mar, y acaba de reencontrar su equilibrista. Los dos saben que ayer en Sao Paulo se fue parte de su pasado.
- Cuando ella cantaba nuestra canción era como que vibraba, como que otro ser le salía de adentro. Tenía tanta fuerza en la voz... que avasallaba. Y sin embargo tanta soledad a cuestas. Tanta lágrima quemándola y quemándonos a todos.
- Quemándola y quemándonos como un falso brillante. Yo creo que lo de Pimentinha, le iba cuando estaba en el escenario o cuando peleaba un contrato. Pero también era un poco para esconder todo el dolor que llevaba adentro. Desde chiquita, desde que salió por primera vez en la vieja radio Gaúcha.
- Ese dolor era su eterna soledad. Seguro que ella se preguntó mucha veces que era la soledad. Y muchas veces se debe haber respondido que era ella misma. La soledad era como un mundo que llevaba adentro, y que de vez en cuando salía por el canto, que al final de cuentas también era solo.
- Bueno, también era un poco nuestro. Y de los tantos miles de brasileños que la escuchaban-escuchan-escucharán.
- Pero no dejaba de ser solo, como nosotros y esos tantos miles de brasileritos. Claro que su soledad estaba llena de luces y cámaras de televisión. Pero si nos ponemos a ver, eso no era nada, como las notas en su garganta.
- Para mi, Elis siempre tuvo miedo de descubrir la soledad, porque siempre tuvo miedo de dejarla. Se había acostumbrado tanto ella, que pensar en dejarla la atormentaba.
- Pero quedarse con ella también confundía su pensamiento. Tal vez ayer se decidió qué camino seguir...

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Elis Regina Carvalho Costa. Nació en Porto Alegre, capital del estado de Río Grande do Sul, Brasil, el 17 de marzo de 1945. Desde niña se dedicó a la música. Primero estudió piano, pero como sus padres no tenían dinero para comprarle uno, tuvo que dedicarse al canto. A los 13 años firmó su primer contrato con radio Gaúcha, y a los 14 ganaba más dinero que su padre. A los 15 años grabó su primer LP. Saltó a la fama a mediados de los sesenta, cuando triunfó en el I Festival de la Televisión Exelcior, con la canción "Arrastao", que casi fue censurada por la junta militar que gobernaba el país. De allí en más se transformó en uno de los mitos de la música brasileña hasta ser considerada la Edith Piaf de Brasil. En 1969, durante una gira por Europa, dijo en una entrevista que su país estaba gobernado por gorilas, en alusión a la dictadura militar. Esas declaraciones casi la obligan a exilarse como Gilberto Gil y Caetano Veloso. Sin embargo, había logrado tal fama que los militares prefirieron no perseguirla. Años más tarde cantó el himno de Brasil en una ceremonia de la Junta Militar. Eso provocó un rechazo en muchos artistas e intelectuales. El famoso caricaturista Henfil, que tenía un hermano exiliado, realizó una caricatura en la que Elis aparecía haciendo el saludo nazi. Eso provocó una profunda crisis en ella. Tiempo después se supo que había sido obligada a cantar para los militares, amenazada de que si no lo hacía, podía "ocurrirle algo". Henfil y Elis volvieron a rehacer su amistad y ella ayudó con dinero a muchos perseguidos políticos. A fines de 1979 se lanzó una gran campaña por la Amnistía General. El Movimiento tomó como himno una canción de Joao Bosco y Aldir Blanc que interpretaba Elis Regina. Se titulaba "El borracho y la equilibrista", y era una metáfora de lo que había significado el gobierno militar.

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MARIANELA

La Bermuda, El Salvador, 1983.
Mira, y cuando mira en sus ojos se refleja como un rencor, o mejor dicho como todos los rencores de su tierra que, son grandes y son muchos y son de tantos años y balas y torturas y dolores que, ya no recuerda.
Camina, por esta aldea perdida y encontrada del mundo, y cuando camina busca la realidad, o mejor dicho todas las realidades... y junta palabras que dicen que los soldados andan tirando fósforo blanco contra los campesinos que se van a la guerrilla, y graba los rostros, las cicatrices, las imágenes de una guerra que parece haber empezado hace siglos y parece no terminarse nunca.
Habla, y cuando habla aparecen algo así como soledades, o mejor dicho como todos los anocheceres del país, que aprendió a conocerlos de quienes llegan por miles a la Comisión de Derechos Humanos para noticiar o noticiarse alguito nuevo de sus desaparecidos.
Recuerda, y cuando recuerda se le asoman a la piel algunas sombras de estos años, o mejor dicho lágrimas que se acurrucaron en sus ojos para no regar las calles. Pero también algunas sonrisas, y lunas y soles y amaneceres y futuros y maíces que se desgranan en el tiempo... Y está don Arnulfo, con la voz quebrada por tanta muerte de otros y la suya propia, diciéndole al lázaro-pueblo "levántate y anda". Y están los uniformes, y su secuestro y los golpes y la violación un día de 1978. Y están las campesinas sin padres, sin maridos, sin hijos. Y están los niños sin fuerza, con un fusil al hombro. Y está el boquete que una bomba hizo en su pared. Y los compañeros de la Comisión, acribillados o arrojados al mar. Y está la mañana, que según dice, algún día llegará, aunque no sabe cuando, ni por qué lado...
Ahora, Marianela vuelve a mirar la tierra desolada de Cuscatlán. Y no imagina que en su futuro-ahora, aunque diga y repita que "yerba mala nunca muere", los uniformes se encargarán de cambiar la vida... Y la gente de estos lugares cambiará el refrán, y de ahora en adelante dirán que "yerba buena siempre vive".

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Marianela García Vilas. Durante la guerra en El Salvador, fue abogada de los torturados e integrante de la Comisión de Derechos Humanos que denunciaba las atrocidades de un régimen que arrasaba poblaciones y asesinaba salvadoreños, fueran o no guerrilleros. En 1978 fue secuestrada y violada por las fuerzas policiales. "Eso es para que no sigas haciendo denuncias", le dijeron. Ella, tras el dolor y la mucha rabia se fue a conversar con el arzobispo Arnulfo Romero, a contarle lo que le ocurrió. No imaginaba que sus palabras serían como una revelación para el arzobispo, quien tras escucharla se echó a llorar, y desde ese mismo momento decidió entregarse totalmente a la lucha de su pueblo. Marianela, por su parte, no se dejó amedrentar por el ataque, y siguió luchando-denunciando cada violación a los derechos humanos que ocurría en el país. Tiempo después bombardearon la Comisión, pero Marianela siguió peleando. Hasta que la muerte comenzó a llegar: primero matan a sus compañeros de la Comisión, después le llega el turno a ella. En 1983, en la aldea La Bermuda, en Cuscatlán, mientras buscaba pruebas de que el ejército arrojaba fósforo blanco contra los campesinos, fue asesinada.

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HEBE

Buenos Aires, 1984.
1.
¿Cómo olvidar los rostros en la pared, y la pared?
¿Cómo olvidar las paredes en la ciudad, y la ciudad?
¿Cómo olvidar las ciudades de un país que se quiebra en el rojo de la sangre?
¿Cómo olvidar la sangre que arde en el fuego, y el fuego?
¿Cómo olvidar el fuego en las manos, y las manos?
El fuego que se quema de pronto y se hace pañuelos blancos en la noche... La noche... ¿Cómo olvidar la noche?

2. La cara de Hebe puede ser como la vida. Su vida es el esposo, los dos hijos, la nena, la máquina de coser y la imaginación que pone en cada modelo creado.
Cuando nació en El Dique, la provincia de Buenos Aires era un callejón olvidado del interior, y el interior la última morada del amanecer. Pero el amanecer quedó atrás: primero fue Jorge, después Raúl y más tarde su nuera.

3. Cuando ella se juntó a las otras madres, había muchas preguntas que responder, pero faltaban signos de interrogación. Muchos mundos por recrear, pero faltaban países para integrarlos. Muchos rompecabezas que rearmar-armar-amar, pero faltaban piezas. Muchos pedacitos de espejos que reencontrar, pero faltaban imágenes.
Y ahí nomás a poco andar, se fue Azucena, como una flor que se queda en la niebla... Pero la niebla empezó mucho antes que las botas. Porque además, las botas marcharon por un camino construido antes. Porque además, los espejos comenzaron a quebrase antes. Antes mismo que hubiera treinta mil almas escalando la memoria. Incluso antes que la memoria.

4. La memoria a veces le hace recordar un sueño de muchos en el Cono Sur. Un sueño que ella tenía con frecuencia hace algunos años... Soñaba en el exterminio de todas las sombras. Soñaba que reunía en una casa a todos los generales, a todos los oficiales, a todos los militares que mandaban algo en la Argentina y les daba muerte. Y la gente prendía fuego todos los uniformes y, se terminaban las dictaduras. Ese sueño era muy violento y aterrador. Ella, como tantos, creaba en su mente la destrucción, la muerte dictatorial, hacía cenizas a los dueños del poder. En resumidas cuentas, hacía lo que Dios hubiera hecho. Castigaba con toda la fuerza que salía de su sueño. En cierto modo, hacía el destino. Hubo una época que, por lo menos en sueños, contestaba el asesinato con asesinato. Mataba con felicidad. Llegaba al crimen como a la paz. La diferencia entre los dictadores del sur y ella, es que mientras ella soñaba, ellos actuaron, siguen actuando.

5. Hoy la Plaza de Mayo sigue siendo un pañuelo que espera. La espera, una razón para soñar mejor. El sueño, una escalera a la vida. La vida, un camino en el que algo del ayer sigue acurrucado contra el corazón...

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Hebe de Bonaffini. Nació en 1928, en El Dique, un poblado cercano a la ciudad de La Plata. Estudió costura y luego puso un pequeño taller. Se casó y tuvo tres hijos: Jorge, Raúl y Alejandra. En 1977, Jorge fue detenido por la Fuerzas Armadas, poco tiempo después Raúl y más tarde su nuera.
Recorrió juzgados y cárceles preguntando por sus hijos, pero no encontró nada, habían pasado a integrar la larga lista de desaparecidos políticos en Argentina. Desde ahí comienza otra pelea. Se une a las Madres de Plaza de Mayo, la institución defensora de los derechos humanos más pujante del país y uno de los ejes de la lucha contra la dictadura. Madres de Plaza de Mayo es una organización social y política formada exclusivamente por mujeres que reclamaban la aparición con vida de sus hijos detenidos desaparecidos y castigo a los culpables de los crímenes de lesa humanidad. Sus fundadoras fueron secuestradas y desaparecidas luego de un operativo dirigido por el "ángel de la muerte", Alfredo Astiz. Entre ellas, la presidenta, Azucena Villaflor. Entonces Hebe pasó a dirigir a las Madres, con toda la fuerza y la vida en cada acción.

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CORA CORALINA

Sao Paulo, 1984.
Aquí nomás, arriba del Brasil hay un territorio fuera del mundo, una cachimba sin agua, un río parado que busca mojarse corriendo hacia el mar. Y hay pueblos, propiedad privada, aunque el pueblo ha sido privado de la propiedad. Y hay tierra cuarteada y flacos esqueletos de caballos en los caminos, y en los caseríos hay abundancia de falta de comida, y el jugo de feijao con farinha de mandioca es el único alimento, y la niñezquelética come insectos, y la gente camina al Sur soñando con la vida, y el sol quema en la cara y en las entrañas y en el corazón...
De esa verdad a Sao Paulo hay como lágrimas que se derraman sobre el vientre del alma, esa almita clara, desvencijada y largarrisa cuando llueve, pero siempre triste, nuncalegre, siempre esperamilagros del Padre Cícero, nunca milagreada por la economía, siempre‑nunca... Y en Sao Paulo, la imaginación de una poeta atraviesa la estrechez del mundo, peregrina la realidad, paradojea las fronteras del Nordeste, rompe alambrados y entrega la vida en versos, la rompe en palabras, la hace volar al país... No es solo poeta, es la historia del siglo, la foto de todos los brasiles, la sonrisa tierna del sertao, la imagen de Xangó, la de Goiás... Es el rostro del garimpo, la mano cuarteada de los sem terra, el plato sin nada de los boias frías... No es la leyenda, es la realidad partida de un país. Es el espíritu de la palabra y la palabra, la saudade del que partió y la lembrança de quien quedó, es la vida del caboclo y la cabocla vieja, el cherinho da roçeira, el agua das lavandeiras, Cora‑Coralina‑Coralinda.
Cuando nació, su viejo padre dejaba la vida, y ella creció triste, pálida, flaca, de piernas débiles. Y al hablar de su niñez dice: "Tenía miedo de las historias que oía contar: apariciones, hombres lobos, mulas sin cabeza, almas en pena. Tenía las piernas debiluchas y las rodillas siempre machucadas, heridas de tanto que caía. Caía de los escalones, lloraba, llamaba, reclamaba. De adentro, la casa responda: 'Levántate, pierna‑débil'".
Siempre pronta a salir con sus hermanas, no era la compañía deseable, y se quedaba sola en la casa, y las calles eran solo una mirada: "La calle. El puente. Gente que pasaba, / el río mismo, corriendo debajo de la ventana, / yo veía por un vidrio quebrado, el ventanal/ empapado. / En la quietud sepulcral de la casa, / era prohibida, incomodaba el hablar alto, / la risa franca, el grito espontáneo, / la turbulencia activa de los niños". Y la sonrisa le fue creciendo triste: "Intimidada, disminuida, incomprendida. / Actitudes impuestas, falsas, contrahechas. / Reprensiones hirientes, humillantes. / Y el miedo de hablar.../ Y la certeza de estar siempre errando.../ Aprender a quedar callada. / Niña boba, escuchando sin responder".
Y se hace grande, con la poesía melancólica, pero con la fuerza de todas las mujeres, y a todas las mujeres escribe. Y ahí están sus hermanas de la calle, y dice: "Mujer de la vida. Mi hermana. / De todos los tiempos. / De todos los pueblos. / De todas las latitudes. / Ella viene del fondo inmemorial de las edades/ y carga la carga pesada/ de los más torpes sinónimos, / sobrenombres y apodos: / Mujer de la zona, / Mujer de la calle, / Mujer perdida, / Mujer sin rumbo".
Y ahí están las lavanderas de Río Vermelho, y dice: "Esa mujer.../ Tosca. Sentada. Arrodillada.../ Brazos cansados/ descansa en sus rodillas.../ mirar parado, vago/ perdida en su mundo/ bulto de ropa y espuma de jabón".
Y están las campesinas, y están las espigas del maíz que también son mujeres y dice: "Cabelleras rojas, bastas, onduladas. / Cabellos largos, cortos, / quemados, despeinados.../ Champú de lluvias.../ Fragancias nuevas del maizal. / ¡Señor, como los plantíos huelen bien!.../ Mueca de maíz, vestida de paja.../ Una fragancia caliente, sexual, invade en un espasmo el maizal".
Y Cora fue todas las vidas, fue todas las mujeres de su país, todas las tristezas... Y cuando su piel ya era de muchos años supo decir: "Todas las vidas dentro de mi: / En mi vida/ la mera vida de la oscuridad". Después se fue mirando el campo...

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Ana Lins dos Guimaraes Peixoto. Fue conocida como Cora Coralina, es una de las más grandes poetisas de la lengua portuguesa. Escribió a la realidad de la mujer, la vida de su estado, la pobreza del Nordeste, el misterio de los ritos afrobrasileños. Su poesía integró casi todas las culturas del Brasil, los varios brasiles que existen. Fue contemporánea de Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. Casi todos sus libros han tenido más de diez ediciones. Nació en la ciudad de Goiania (estado de Goiás). Se casó y fue a vivir a Sao Paulo, donde tuvo seis hijos. Enviudó y se dedicó a la actividad agrícola en una pequeña finca en el interior del estado. Su libros más conocidos son: "Poemas dos becos de Goias e estorias mais" y "Estorias da Casa Velha da Ponte". En 1984, la Unión Brasileña de escritores la nombró "Personalidad literaria del año". En ese momento, Carlos Drumond de Andrade (poeta mayor de Brasil y uno de los más grandes de América Latina) dijo: "Admiro a Cora Coralina y la amo como alguien que vive en estado de gracia con la poesía. Su verso es agua corriente, su lirismo tiene la fuerza y la delicadeza de las cosas naturales".

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TOTA

Montevideo, 1986.
"¿Dónde está el olvido? ¿Quién habla de esperas?/ Que aquí yo la busco sea como sea/ adiós al cansancio, adiós a los años/ adiós las mentiras, adiós los engaños". Los versos de Rubén entran por sus oídos, por su mente, por su piel, andan por todos los rincones de la casa, por todas las esquinas del barrio, por todos los barrios de su Montevideo, por cada lugarcito de un país que espera... Los versos entran como hace tiempo, se pasean por su pensamiento, y se hacen amigos de los recuerdos que, son como imágenes en la mirada, son gorriones que quieren volar. Ella piensa en la vida caminada, que es como pensar en Elena, que es como pensar en la bruma que invadió el país, que es como pensar en tantas sonrisas que se marcharon, tantos corazones, tantas miradas. Y piensa cuando la guerra civil española, cuando París fue bombardeada, cuando el mundial del 50, cuando su casamiento, cuando Elena se hace maestra, cuando las marchas, cuando los enfrentamientos con la policía, cuando el país comienza a caerse, cuando llegan los uniformes. Y piensa cuando corría 1976 ‑tiempo del no se puede decir, no se puede reunir en las esquinas, no se puede...‑, cuando Elena queda tras los fierros, cuando ya nadie da razón de su paradero... Y piensa cuando empezó a caminamundear por su hija, que en realidad era por todos los hijos... Cuando crece, cuando florece, cuando remonta de sus cacerolas, cuando se hace madre de muchos... Y piensa, cuando la huelga de hambre por la amnistía general... cuando cada viernes, junto a las otras madres, en la Plaza Libertad, mantiene la foto de Elena. Cuando otros versos se hacen mundo en el aire montevideano: "Volverá la alegría/ a enredarse con tu voz. / A medirse en tus manos/ y a apoyarse en tu sudor. / Borrará duras muecas pintadas/ sobre un frágil cartón de silencio/ y en aliento de murga saldrá: / a redoblar, a redoblar, a redoblar muchachos la esperanza/ que su latido insista en nuestra sangre para que esta nunca olvide su rumbo. / Porque el corazón no quiere entonar más retiradas".
Y piensa, sigue pensando... como quien no quiere dejar de lado los pedacitos de recuerdos que lleva a cuesta, y se acostumbra a quererlos y derramarlos una y otra vez entre la gente... La vida y la memoria siguen caminado juntas...

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María Almeida de Quinteros. Más conocida como Tota, nació en 1918, en un barrio de Montevideo de origen obrero. Se casó a los 26 años y tuvo una hija a la que dio el nombre de Elena. A pesar de la humildad del hogar, con el apoyo de sus padres Elena siguió los estudios de maestra. Allí comenzó su pelea por una educación mejor, pero un régimen autoritario se iba imponiendo, y llegó la dictadura... En 1976 Elena Quinteros fue detenida y torturada. Intentando escapar argumentó un supuesto contacto con un compañero en un lugar cercano a la embajada de Venezuela. Hasta allí la condujo el personal de inteligencia. Elena saltó el pequeño muro y se introdujo en la embajada. Sus custodias corrieron atrás. Los funcionarios de la embajada pelearon para que no la sacaran de territorio venezolano, los policías forcejearon y se la llevaron. Después nadie dio razón de su paradero. Allí comenzó el trajinar de Tota en busca de su hija. Luego de un intenso caminar denunciando la realidad que vivía el país durante la dictadura, regresó a Uruguay en 1984. Pero el autoritarismo todavía no se terminaba. Junto a otras madres de desaparecidos formó el Comité de Familiares de Desaparecidos, y realizó (a pesar de sus 66 años) una huelga de hambre pidiendo la amnistía para los presos políticos y el regreso a la democracia.
En 1989 se eligió concejal de Montevideo, y allí comenzó otra lucha, caminando barrio por barrio, juntándose a los que no tienen casa, a los desocupados, saliendo a las calles con la gente, siempre dispuesta a recibir el reclamo de los habitantes de la ciudad y brindarles ayuda.


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MARÍA ISABEL

Buenos Aires, 1986.
A veces los años para ella son como un fogonazo de luz y no son nada. Sus recuerdos son como fuego que la hacen caminar y sin embargo le enfrían las venas, le hielan hasta el último engranaje de su cuerpo que sigue marchando, a pesar de las tantas tristezas, a pesar de las demasiadas faltas, ya no de su casa, sino de toda la Argentina.
Este 31 de diciembre es para ella como la imagen de la ausencia, recuerda y cuando recuerda, aparecen sus hijos y su nieta de tres meses, chiquita, llorando en la noche de uniformes, en la oscuridad de los cañonazos militares sobre la casa, en la casa de tilos florecidos‑arrasados... Ella, que sigue odiando los tilos porque todavía están en su olfato‑mirada‑piel (aquel olor infernal, insoportablemente mezclado con el de la pólvora), ya tiene muchos más sueños que en aquel verano de hace diez años, cuando vecinos y parientes la esquivaban por "madre de subversivos", cuando llenó un montón de cajas con "pedacitos de vida rota" ‑como diría Eduardo alguna vez‑, cuando de tan sola hasta el silencio era parte de la dolor...
Ahora, los años de pañuelos blancos en Plaza de Mayo, los tiempos de caminar buscando junto a otras tantas abuelas y la alegría‑pasión por encontrar a más de treinta niños, le hicieron creer que en algún rincón de aquel corazón maltratado se quedaron guardados un montón de sueños, y la vida fue regresando, de a poco...
Ahora, María Isabel sabe que hay mucho que hacer y decir. Y en cada actitud, desde que se juntaron por vez primera todas las abuelas, allá por la época más dura (cuando Astíz era el ángel que mataba a tantos), hace y dice sin miedos, con muchos nietos en la mirada del futuro, que ya es hoy...
Decidieron encontrar a cada niño‑botín de guerra y lo están logrando, quisieron pelear contra el olvido y lo están haciendo... Ella, junto a las otras, no dejaron que la vida se les vaya. Hoy, cuando este año se marcha despacito y tantas esperanzas quieren aparecerse con el que viene, mira un árbol de navidad y recuerda, pero ahora los sentires están fuertes y la soledad no está tan sola...

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María Isabel Mariani. En 1976 las fuerzas armadas argentinas arrasaron con su casa. Destruyeron todo, y lo que no se lo robaron. Solo quedó intacto un disco: el "Réquiem" de Verdi. Sus hijos sospechosos de tener una imprenta clandestina, fueron asesinados por los cañonazos militares. Su nieta de tres meses, como tantos otros bebes, fue tomada como botín de guerra por los represores. Ella, sola, recorrió la casa tratando de encontrar algún recuerdo de sus hijos. Luego juntó en varias cajas los pedacitos de la vida destrozada. Los amigos cruzaban la vereda o desviaban la mirada. Pero María Isabel no se escondió tras el dolor, y junto a otras tantas abuelas, fundó la Organización Abuelas de Plaza de Mayo, de la cual es presidenta. Además de denunciar la atrocidad de las desapariciones durante la dictadura argentina, las Abuelas rescatan del infierno a decenas de niños desaparecidos, devolviéndoles su identidad.
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RIGOBERTA

Ciudad de Guatemala, 1989.
El viejo indígena, recostado contra el árbol que lo vio nacer, mira hacia las casas de la aldea. Luego gira lentamente la cabeza y su mirada toca la montaña. Su pensar se acerca al corazón trayendo recordaciones... y surge un grito desde el fondo de los tiempos, un grito que atraviesa Guatemala de la costa a la montaña, se refresca en los ríos, traspasa la mirada de la memoria y llega al presente de todas las aldeas maya-quiché... "El cielo se volvió rojo, rojo se reflejó el sol, sobre la tierra encendida, roja la sangre corrió... Cuando cayó el capitán Tecum Uman, un águila cayó, un quetzal, un mundo cayó. ¡Capitán Tecum, vuelve a volar capitán!... A ella... a Rigoberta le quemaron vivo a sus padres y mataron a seis hermanos de los nueve que eran. No en la época que Tecum Uman peleaba por la libertad, no... En los tiempos de la actualidad, cuando arrasaron 440 aldeas de las nuestras. En los tiempos que el fuego quemó los horizontes...".
El viejo habla de ella con toda la ternura, con toda la rabia, con todo el fuego de Guatemala. Es hija de las altas mesetas de la cordillera, sencilla y dulce como cualquier pájaro, tranquila y fuerte como cualquier volcán... lleva en su sangre, su mirada, su decir, la fuerza de 500 años de siempre pelear...
Y cuando habla, la tierra crece en sus palabras... "La tierra -dice, mirando lejos como intentando encontrar ese horizonte quemado por las llamas-, es el origen del conflicto que vive nuestro país y es donde nos unimos los campesinos. Porque la tierra no solo representa los intereses materiales: que nos da el maíz, que nos da el frijol, sino también es fuente de cultura, es memoria, es donde se enterraron los abuelos, es donde está la memoria maya pues".
La voz del abuelo maya-quiché, también es memoria que logra unir pasado y presente, que junta todas las magias, todos los mundos, todas las vidas... "Nos arrancaron la tierra, la milpa y el corazón, nos arrojaron al fuego, en nombre de un nuevo Dios. Esclavos de nuestro suelo sólo nos quedó morir, llorar, escondernos dentro de nosotros mismos, no hablar. Sin embargo la esperanza nunca murió, nunca se escondió, nunca nos olvidó...".
Rigoberta es la imagen del dolor del pueblo indígena de América Latina, de la mujer de estas geografías... del coraje y la dignidad, de la esperanza... La tristeza habita en su ser desde muy pequeña, pero en el fondo sabe que vivir vale la pena aunque sea tan doloroso... "La tarea de la liberación en el mundo indígena de Guatemala se aprende como se aprende a dar un puño de maíz o una noche de caminata -dice. Así vamos acuerpando un movimiento. No hay ninguna solución si no hay un sistema que ataque la discriminación, y favorezca programas de solidaridad mutua, y haga prevalecer muchos valores de nuestro pueblo como la relación del hombre con la naturaleza, la colectividad, los intereses comunes. Si no hay esto, siempre habrá violencia... Nos interesa el indio de hoy y el indio del futuro, no la memoria del indio en el futuro, sino el indio del futuro". En su rostro se dibujan todos los decires del abuelo maya, quien con cara de sabiduría milenaria vuelve a palabrear: "En cada uno de nuestros hijos, como en Rigoberta, habita el espíritu de nuestros abuelos. El sol sigue creciendo en el pensar y el corazón de muchos de nuestros hermanos y hermanas. El fuego arde en nuestra memoria, viene caminando tiempos... Llegará el día en que alcancen a Dios las lágrimas, y de sus ojos baje la justicia de un golpe sobre el mundo. Así lo dice nuestro libro. Así lo habla el Chilam Balam".

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Rigoberta Menchú. Indígena maya-quiché de Guatemala. Durante la dictadura del General Ríos Mont, su aldea fue una de las 440 incendiadas por los militares. Sus padres y algunos de sus hermanos fueron asesinados por el ejército. Ella salió exiliada a México desde donde realizó una amplia labor de difusión sobre la represión que se vive en su país y en toda América Central. "Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia", de la escritora venezolano-francesa Elizabeth Burgos fue el libro que hizo conocer su vida por el mundo. Más tarde, su trabajo en defensa de los derechos indígenas la tuvo como noticia permanente en los informativos de América Latina y Europa. En 1992, año en que se cumplió el V Centenario de la conquista, recibió el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a su lucha por la vigencia de los derechos humanos en toda América Latina.

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SILVIA

Medellín (Colombia), 1989.
Ella se mete en todos los rincones, rompe esquemas, se arriesga, investiga, busca la nota distinta, hace del periodismo un arte, un rincón de la realidad para rescatar la vida, tan golpeada por estos tiempos. Como que las calles la entienden, saben conversar con ella, porque ella conoce a sus protagonistas y sabe de los mundos que se esconden en sus barrios, sabe del idioma que hablan sus habitantes, de los símbolos que manejan, de las imágenes que trastabillan por la noches. Sabe, y eso se percibe en sus reportajes, en sus documentales, en toda su mirada, su decir, su pensar...
Ahora ella busca la parte humana de cada hecho. Ahora acaba de realizar una entrevista que es como un espejo de Colombia. Como que por primera vez, la violencia es narrada desde otra parte, con otros ojos, con otros sentires, desde otro mundo, que al final de cuentas es el mismo mundo pero al revés. Ahora ella entrevista al joven sicario jefe de la banda "Los Magníficos". Ahora el muchacho abre su corazón y le dice: "Yo antes de salir a realizar un trabajo le rezo mucho a mi Dios para que salga bien. Yo se que una de las leyes de Dios es no matar, pero en mi caso es matar para poder vivir. Además a uno lo contratan para hacer un trabajo y si el trabajo no lo hace uno, lo hace otro; y si uno no mata, lo matan a uno".
Ahora ella salta de la ciudad para conocer las miradas de la selva, para saber de la guerra, de la paz, de los campesinos que quieren evitar las balas y construir un mañana, de los paramilitares y sus armas. Y encuentra allí la otra parte del rompecabezas de su país, un país para armar. Ahora ella se lanza a la aventura de traspasar armar ese puzzle en las hojas de su revista y en las imágenes de su programa. Ahora la sangre se hace presente en Cimitarra, los hombres de gris apagan las luces que se estaban encendiendo, echan agua a las llamas de la no guerra. Apagan la esperanza. Silvia se apaga.

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Silvia Margarita Duzán. Nace en Bogotá en 1955. Desde joven se dedica al periodismo. Le imprime una dinámica distinta a la profesión. Investiga y se introduce en los sectores marginales de las grandes urbes, en los rincones donde la prensa no llega. Publica reportajes sobre el submundo urbano, la música de los jóvenes y las pandillas. Logra conocer desde adentro la vida de la marginación. Sus trabajos rompen los moldes del periodismo colombiano. A los 34 años, en 1989, es asesinada por paramilitares en una vereda de Cimitarra, Santander, mientras realizaba investigaciones sobre el proceso de paz en el Magdalena Medio. El material obtenido sería utilizado en un reportaje escrito para su revista y un documental para la televisión inglesa. Murió junto a tres líderes campesinos de la región.

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ELSIE

Quito, Enero de 1992.
Hoy la neblina invade las miradas y las calles. La neblina, siempre con poca imaginación, siempre la neblina trae su humo adormecedor para las cabezas, golpea, también ella, las cabezas. Cada cabeza lleva dentro su propia neblina, pero no todas las neblinas tienen cabeza. Algunas incluso tienen destino pero no tienen alegría ni identidad. De ningún lugar es esta neblina de hoy, o de un lugar aproximado: la muerte. Hacia la muerte va. Y cuando llega, un insoportable vendaval de oscuridad, como robots lanzagases, trae consigo. Y durante una recordación de la vida, unos doscientos de esos robots invaden el espacio de la gente. Y los seres humanos deben correr tratando de esquivar el aire contaminado y la no respiración.
Y puede ocurrir, ocurre, que entre los que corren ande una mujer que nació en Quito, que estudió en Guayaquil, que anduvo estudiando más por el gran país del norte y, un día descubrió que Cristo podía hacer mucho más aquí, en la tierra, que perdido en el cielo. Ella, con muchos otros, deciden regresar para seguir poniendo límites a la neblina. Rodeados de robots pero tranquilos, desarmando soledades.
Mientras caminan los minutos, ella piensa un poco en todo lo de antes, en lo de ahora y en lo que puede ser... Cuando entró en la Comisión Ecuménica muy pocos conocían cuáles eran los derechos humanos, y comenzó el trabajo... Se crearon grupos de apoyo en distintos rincones. Y fueron creciendo. Y cuando la neblina fue tan espesa, que los robots se llevaban a las gentes escudados por un león, la comisión fue un lugarcito de reencuentro con el cielo, siempre, aquí en la tierra. Y ella, con sus ojos azules, firmes, fue algo así como una almita donde anidó la confianza.
Y puede ocurrir, ocurre, que ahora, mientras mira a los artistas en el escenario, ella reafirme su fe y piense que tal vez no hubo época más brutal que aquella, "aunque se creó una gran red de solidaridad para defender la vida". Y vuelva a los primeros miércoles de la Plaza Grande, cuando solo un puñadito reclamaba justicia. O después, cuando fueron más. Y en cada pensar se reafirma un Cristo comprometido con la vida, con un mundo más igual, "construyendo una paz, basada en la justicia, en el darse la mano sin mirar raza, sexo o posición política".
Y puede ocurrir, ocurre, que ella vea más allá de la neblina, y vea que hay mucho por hacer y recordar. Como que la economía se olvida de los que menos tienen. Como que los señores oscuros quieren que la gente piense: "es el destino, no hay nada que hacer". Como que desarrollo, para unitos significa cifras y debería significar persona-gente-ser humano...
Ella, la Hermana Elsie, sabe que de la noche a la mañana no se logra desterrar definitivamente la neblina, pero hay que seguir empezando, sino todo es más difícil...

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Hermana Elsie Monge. Nació en Quito pero creció y se educó en Guayaquil. Estudió Sociología en Estados Unidos y luego regresó a Ecuador. Dos años después optó por ingresar a una comunidad religiosa. Cuando habla de su vocación señala: "Para mis padres fue -en principio- difícil de aceptar. Después se dieron cuenta que no era una ilusión juvenil y pasajera, sino una opción seria. Uno va dando pasos, tomando opciones, Mi vocación fue un proceso. Me golpeaban mucho las diferencias sociales, la pobreza. La inquietud por lo social tuvo su germen en la vida familiar. Mi aspiración es ser consecuente entre lo que se dice y se hace. Conozco muy poca gente totalmente consecuente. Todos somos llenos de contradicciones y ese es mi temor, no ser consecuente". Fue fundadora de la Comisión Ecuatoriana de Derechos Humanos (CEDHU), entidad que durante el gobierno de León Febres Cordero debió luchar por la integridad de quienes eran víctimas de la represión. Fue de las primeras personas que junto a los familiares de los desaparecidos comenzó a reunirse todos los miércoles en la Plaza Grande de Quito para mantener presente la justicia. No solo aportó en la creación de una conciencia sobre la defensa de los derechos humanos en Ecuador, sino que mantiene una lucha infatigable contra la impunidad, por verdad y justicia para los crímenes de lesa humanidad. En enero de 1992, durante un espectáculo artístico que recordaba la desaparición de los hermanos Carlos Santiago y Pedro Andrés Restrepo, la policía militar desató una dura represión contra el público y los organizadores. Todos debieron correr escapando de los gases lacrimógenos. Minutos después, ella junto a otros pocos decidieron regresar al lugar para realizar el acto, rodeados por los policías, quienes se mantuvieron en el lugar pero ya no atinaron a reprimir.

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TONI

Lorrain (Ohio), 1993.
Cuando ella nació, el jazz era como el alma de los negros de Estados Unidos. En realidad era como la piel, algo así como el contacto con los dioses de otro continente (o de todos los continentes), como una forma de sobrevivir en un país que los dejaba a un lado y la mayoría de las veces los maltrataba.
Y nació en una familia de Ohio que sabía pelearle su rincón al gran país. Una familia que sabía regalarle el color... Que era como regalarle la música, como ponerle los sonidos de la selva y del agua y de los árboles, y de la vida y de la muerte a ese monstruo sin notas musicales, a esa geografía que ya por aquella época comenzaba a olvidarse de las personas.
Y fue creciendo, metiéndose en la venas de ese país como en un mundo lleno de historias, de letras que contaban la vida de quienes iban construyendo un mundo propio, por cada lugarcito. Historias que eran del sur y de todos lados, y que de a poco iban tomando ciudades, y que era necesario contarlas para que todos pudieran disfrutarlas‑sufrirlas‑reírlas‑llorarlas. Historias que se hicieron letra en el caminar de su sentir, palabras que dibujaban sueños como sonidos salidos de algún pentagrama dibujado por Louis Amstrong, que es como decir dibujado por la vida. Historias como la de Joe y Violet, una pareja de Virginia que se fue a Nueva York para construir miles de ilusiones, pero la lluvia del Harlem de 1926 mojó sus esperanzas primero y enterró su amor después... aunque siempre es posible renacerlo, reconstruirlo en una pieza de Jazz. Historias, que ella sabe hilvanar transmitiendo toda la mucha muerte que hay en las calles, toda la poca alegría que hay en los rostros, perdidos y encontrados en las veredas de la gran ciudad.
Y a pesar del dolor, de las palabras marcadas por la sangre, su decir se impone, se hace conocer, que es como decir que sus historias se hacen mundo en el pensar de la gente, o que su gente se hace memoria en el caminar del tiempo... ese tiempo que marcha al son de Africa, esa Africa que es la parte más rítmica del gran país, ese país que, ahora, aunque siga olvidando a los negros, a ella la recuerda, le da premios, reconoce sus historias... Y como ocurre a veces, alguien en Suecia se enteró, y ella, Toni, ahora se hizo Nobel, y sus libros son como saxos inundando el pentagrama del mundo.

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Toni Morrison. Su verdadero nombre es Chloe Anthony Wofford. Nació en el seno de una familia obrera, en 1931, en Lorrain (Ohio), Estados Unidos. En 1978 obtuvo el Premio Nacional de la Crítica, por su novela "La canción de Salomón" y en 1988 el Premio Pulitzer por "Beloved". En 1993 recibió el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en la primera autora afroamericana galardonada por la Academia Sueca. Entre sus obras, vale destacar: "Ojos Azules" (1970), "Sula" (1973), "La isla de los caballeros" (1981) y "Jazz" (1992). Al hablar de la obra de Toni Morrison, la crítica mexicana Rocío Fernández dice que su narrativa está orientada hacia los personajes. "El peso de la indagación de sus novelas recae en los hombres y las mujeres que pueblan sus historias -comenta. Jamás los deshumaniza, ni siquiera a quienes degradan a los demás. El lector queda pasmado, afectado, profundamente conmovido. Sus reacciones oscilarán entre la piedad y el horror pero antes que condenar las elecciones destructivas de los personajes, se interrogará a sí mismo sobre el porqué de tanta distorsión. Y al hacerlo quedará irremediablemente implicado. Con esta estrategia, Toni Morrison, ha escrito una obra de gran universalidad. Su prosa, racialmente específica, también es radicalmente libre. 'Ojos azules', 'Sula', 'La canción de Salomón", "La isla de los caballeros", "Beloved" y "Jazz" son historias terribles sobre cosas que uno preferiría no saber jamás. Toni Morrison no escribe la novela de la violencia, sino la raíz, los móviles y las consecuencias de la violencia en los sobrevivientes. El resultado es una lección que nos humedece el alma".

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ALICIA

La Habana, 1993.
"La vista ya no da como antes", le dice a una vieja alumna, mientras le cuenta de sus últimas presentaciones en el exterior. De los aplausos le cuenta, de la vibración de otros públicos al verla, de las miradas casi hipnotizadas, de la vida... Y la vida está ahí, siempre llena de todas las formas de la tierra, que es como decir del cuerpo, o sea de los colores. Aunque cuando piensa en el mirar un poco apagado de estos días la voz cambia...
"Pero qué importa la vista cuando llevas adentro todo el movimiento del mundo", le responde su alumna, quien sabe y conoce que ella siempre tendrá ojos para ver mientras su cuerpo vuele. Y las imágenes estarán ahí, mientras haya un escenario donde bailar, donde caminar por el aire, donde crear todas la esculturas posibles e imposibles, donde acariciar el cielo con las manos y los pies...
Ella anda por los setenta y cada vez que sube a un tablado, de los tantos que la piden por el mundo, sigue siendo una jovencita y sigue haciendo envidiar toda la vida de su cuerpo, que es como envidiar que no hayan pasado los años, o que pasaron pero nadie los vio. Y cada vez que baila deja toda la imagen y la imaginación y la pasión y los sueños que lleva adentro, que es como llevar a toda Cuba en su bailar, a su Marianao, a todos los haceres de la Revolución.
El movimiento lo lleva en la piel desde pequeñita, cuando muchos la miraban raramente por el tal placer. Y entonces se fue a Estados Unidos a estudiar ballet clásico, pero en él se sintió como presa, como que vio que su cuerpo necesitaba más libertad para hablar con toda la poesía, para reír y llorar al mismo tiempo. Y allí comenzó a dibujar otras figuras para su cuerpo, y supo romper todas las maneras de moverse que había antes.
Y ya con toda la libertad encima, cuando los barbudos ingresan a La Habana, se vuelve a la isla para tomarse todo lo bueno de la danza de todos los lugares y toda la magia de todos los rincones de su país, y así crear nuevas cosas. Y el baile se hizo parte de la vida de este lugarcito del Caribe, donde ella, Alicia, es como una almita en movimiento.

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Alicia Martínez de Alonso. Nació en Marianao (Cuba). Está considerada como una de las más grandes bailarinas del siglo XX. Es conocida mundialmente como Alicia Alonso, ya que asumió el apellido de su esposo. Realizó estudios de danza en Estados Unidos. Desde un primer momento no aceptó los esquemas del ballet clásico y buscó nuevas formas para la danza. Al triunfar la revolución cubana en 1959, regresó a su país para fundar la Escuela Cubana de Ballet y el Ballet Nacional de Cuba. En la Escuela impuso una nueva forma de ver y hacer la danza, incorporando la realidad cultural de su país. Con el Ballet se presentó en los principales teatros del mundo. Ha sido coreógrafa y maestra de varias generaciones de bailarines cubanos. Fue operada de la retina tres veces, pero a pesar de las dificultades en su visión siguió bailando hasta los setenta años. En los últimos dos años (1995 y 1996), se dedicó más a la docencia.

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RAMONA

Chiapas (México), 1994.
A veces el fusil puede ser como un mundo, como un niño acurrucado en los brazos, como una flor. A veces el fusil puede ser parte de la selva, que es como decir de la vida... Ella está ahí, carga el fusil como si estuviera llevando un ser de sus entrañas y, todos los ojos caen sobre su rostro cubierto. El resplandor del fuego y la sangre quedó atrás. Ella despliega la bandera mexicana junto a Marcos mientras toda San Cristóbal espera su palabra, México espera, la paz espera. Ella se hace vida en cada mirada, en cada piel, en cada futuro, en cada surco de Chiapas. Ella es Chiapas... Ella nació en Tzotzil de San Andrés Larráinzar, donde abunda la falta de comida y casi todos tienen casi nada, donde las mujeres cargan agua y cortan leña mientras cuidan a sus hijos, donde los niños mueren mucho más que en cualquier rincón de México.
Ella conocía a Zapata por las historias que contaban sus mayores, y ahora él estaba ahí, frente a la gente del sur, su pulso estaba ahí, su pensar... Como que el caminar de los años había regresado el decir y el hacer zapatista y, la selva Lacandona, que tiene mucho de mágico y misterioso, coloreó sus árboles, coloreó la sonrisa de los niños, que antes era triste, coloreó los pájaros, los amores, las palabras... Y poetas fueron todos. Y Ramona supo pelear por el derecho a hablar de la mujer. Y supo decirles a todas que había que luchar para cambiar el destino. Y supo palabrear a cada una: "Antes que se aprobaran las leyes revolucionarias, no teníamos el derecho de hablar o participar en una asamblea comunal. No podíamos asumir cargos. Hasta ahora nos levantamos a las tres de la mañana a preparar el maíz para el pozol y nos acostamos muy tarde. Si no hay suficiente comida le damos primero a nuestros esposos y niños. El sentimiento de las mujeres es que no somos tomadas en cuenta. Así es que decidimos tomar las armas y convertirnos en zapatistas".
Como que quinientos años fue mucha espera, como que la revolución del siglo recién comenzado nunca llegó a este rincón de México, como que Zapata fue solo un recuerdo, como que hacía falta reinventar el destino, reinventar la alegría... Ayer nomás, junto a los otros, ella lo hizo.

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Ramona Zapatista. Desde 1994, la comandante Ramona, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), se convirtió en un símbolo de la mujer mexicana que lucha por sus derechos. Nació en 1958 en el Municipio de Tzotzil de San Andrés Larráinzar. Siendo adolescente, en 1974, fue testigo del levantamiento de los indígenas contra los terratenientes del lugar. Durante los enfrentamientos que se produjeron, murieron por lo menos seis personas, y los hacendados abandonaron la zona. Ese movimiento fue precursor de la rebelión zapatista del 1 de enero de 1994, cuando se dio a conocer el EZLN, con la toma de pueblos y carreteras. Ramona fue una de la propulsoras de la Ley Revolucionaria promulgada durante la rebelión. La Ley permitió a las mujeres participar en las asambleas comunales y decidir el número de hijos que quieren tener. Además terminó con el matrimonio por obligación. En febrero de 1994, en San Cristóbal, participó junto al subcomandante Marcos, en el inicio de las negociaciones de paz con el gobierno mexicano. Meses después, Ramona tuvo problemas de salud, y en noviembre de ese año algunos periódicos informaron que había fallecido de cáncer uterino, pero eso no era cierto. Con su estado de salud bastante deteriorado, en octubre de 1996 participó en el I Encuentro Nacional Indígena que se realizó en Ciudad de México. Fue la primer dirigente zapatista en salir de Chiapas. En la capital mexicana, también estuvo en varias movilizaciones por la paz. Allí, en tzotzil, su lengua natal, Ramona habló de la realidad que viven los indígenas de Chiapas y reivindicó la lucha zapatista y la necesidad de una paz digna para la región.

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MARÍA LUISA

Buenos Aires, 1994.
Las imágenes son como fantasmas que surgen de la pared. Son testigos-testimonios de las luces y la noche. Las imágenes pueden volar y hacernos volar. Pueden tener rostro y alma de mujer. Porque al fin de cuentas, qué son las imágenes sino mujeres en los ojos. Los ojos son, antes y después del horizonte, una partecita de la imaginación-imaginería-imagen, son magia en el amanecer de alma.
La imágenes crecieron en los ojos de María Luisa, como los pájaros en su cabeza. Después, como los pájaros, se desparramaron por miles de ojos.
Unos dicen que cuando nació salió al mundo imaginando-imágenes. Otros comentan que esa manía de edificar visiones le surgió cuando la realidad de la mujer no aparecía en la mirada de los otros.
Para ella, las imágenes son como animales viejos guarecidos en la memoria. La memoria es como un laberinto donde las antiguas imágenes convocan fantasmas que se parecen mucho a la realidad. Y cuando crea sabe-piensa que hay imágenes que se pudren en su propio árbol como los frutos del verano. O se cambian por otras como hacían las prostitutas de Alejandría, escribiendo sobre la tablilla de cera que colgaban de la cintura, el nombre de otra mujer más preciada que ellas.
Unas pocas imágenes hacen la libertad de su mirada. Y en ese instante, ella puede ser la mujer más libre de la tierra... Puede inventar vidas, modificar historias, puede matar sin castigo y sin culpa, amar y odiar sin penitencia o recompensa.
Pero no todo es invento, casi siempre ella vive atada a la realidad posible, como al mástil del barco en la tormenta. Entonces, las imágenes, inmemoriales o fugaces sólo le sirven para contar lo que pasan-padecen ellas, son como ejercicios de la vida reciente, el eco de una verdad con rostro de mujer.
Es así que desempolva todos los cuerpos, todas las bocas, todos los sabores y sinsabores, luego los mezcla y surgen casos que hacen despertar a los otros. Casos que tocan la piel de algunos y recuperan los símbolos y metáforas que ellas saben llevar a cuestas. Casos que recuperan las quimeras de sus pensares, y los pensares, y los haceres, y los aconteceres y los amores y desamores y los sufrires. Casos como "Crónica de una señora", "Juguetes", "Camila", "Miss Mary" o "Yo la peor de todas". Casos-cosas-casas de las que se conversa poco y bajito, para que nadie escuche...
Ahora, antes de irse, recorre con el recuerdo todas las imágenes, piensa en los viejos cines de barrio, imagina las sombras en la pared y se sonríe. Se acaba de dar cuenta que cuando el ser humano cambió el oído por el ojo y dejó de lado el mágico mundo acústico por ese otro objetivo y más perfecto de la mirada, dejó de ser libre.

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María Luisa Bemberg. Cineasta y guionista reconocida mundialmente. Nació en Buenos Aires el 14 de abril de 1922 y falleció en 1994. Toda su producción está referida a la problemática de la mujer en distintos ámbitos. En sus obras buscó modificar la imagen estereotipada con que tradicionalmente se representaba a la mujer en el cine. Así, siempre presentó mujeres audaces, que tenían la capacidad de romper con el orden establecido. Sus películas más conocidas son "Miss Mary" (sobre la vida de una institutriz en el marco de una familia típica de la oligarquía argentina); "Yo la peor de todas" (basada en la vida de la monja y poetisa mexicana Sor Juan Inés de la Cruz) y "De eso no se habla" (que trata sobre la historia de amor entre un probable noble veneciano y una enana). Pero tal vez su mayor éxito fue "Camila" (1984), basada en un hecho trágico en torno a una pareja en la época de Rosas, con la que obtuvo el Premio del Público en el Festival de Cine Iberoamericano de Biarritz, en Francia. Otros filmes realizados por ella son: "Crónica de una señora" (1970), "El mundo de la mujer" (1972), "Juguetes" (1978), "Momentos" (1981) y "Señora de nadie" (1982).

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TRÁNSITO

Cayambe, 1994.
El volcán abre su vida a la magia, abre sus entrañas... que son blancas, llenas de canas como la historia, caliente y fría como la vida, como la navidad que se acerca... La soledad también es parte de la vida, pero aquí no es tan sola, y el frío es parte de la llama que algún día fue. Aquí está ella como la soledad, como el propio fuego, frente a la navidad, frente a su vida, frente a su historia, que es como la historia de su gente. Aquí está la abuela Tránsito frente al Cayambe...
Aquí 85 años son como minutos en la inmortalidad, en la pelea por entibiar el frío y darle más frío al fuego; por juntar frío, fuego y vida para que caminen por todos los diciembres, por darle colores al amanecer, en el amanecer...
Hace varios tiempos, en los años de mucha pela, de conquistar los horizontes con mucho hacer, de hacer... supo del dolor del huasipungo y quiso terminar con él, supo de la necesidad de tierra para plantar y quiso conquistarla, supo que había que juntarse y surgieron los primeros sindicatos agrarios del Ecuador...
Y los indígenas comenzaron a recuperar la vida. Y en el 31, en Olmedo nació la huelga. Y allí está ella... y un aire distinto comienza a caminar la sierra, y ya la navidad no es tan triste, y ya no hay mundos para atar, hay que buscar el tiempo para cambiar, hay que desatar alambres y eliminar las cercas, para que todo el año sea navidad...
Pero la autoridad-autora-autoritaria, actúa con lo que sabe, como lo que es, y los sables habitan la zona, y el Cayambe ruge mudo... Chozas y cosechas se destruyen, y la vida va entre rejas, y la navidad anda como el tiempo del mundo, como camina el mundo, como el mundo, ¿cómo?...
Hasta que un día una partecita de los huasipungos son devueltos a sus dueños... Y a pesar de ser muy poco, los de mucho tener no lo aceptan, quieren todo para ellos, quieren ser dueños de la navidad... Y la pelea sigue, y la cárcel llega, y la realidad no pasa, y el tiempo recorre la cara de Tránsito que, hoy está junto al Cayambe, esperando otra navidad...

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Tránsito Amaguaña. Nació en Pesillo, al norte de Quito, en 1909. De niña conoció el duro trabajo de sus padres en la hacienda del patrón. A los 14 años, la obligaron a casarse con un hombre mucho mayor, pero el matrimonio duró poco porque el marido no quería unirse a la lucha de los indígenas. Participó en la creación de los primeros sindicatos agrícolas del país, en la primera huelga de trabajadores agrícolas en Olmedo y en la fundación de la Federación Ecuatoriana de Indios en 1944, junto a Nela Martínez y Dolores Cacuango. Inició las escuelas campesinas, en las que por primera vez se enseñaba a los indígenas en Quechua. En 1963, luego de un viaje por la Unión Soviética, fue detenida y llevada al Penal García Moreno, acusada de tráfico de armas soviéticas. Vive su vejez sola, en una pequeña chacra de su tierra, junto al volcán Cayambe.

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CLARIBEL

Managua, Julio de 1994.
Pasaron quince años de la fiesta en las calles y la alegría. Muchas cosas cambiaron, pero entre las cenizas de la guerra y las cenizas de la paz, sigue viviendo una poeta.
Poeta que desea. Quiere entrar a la muerte de ojos y oídos bien abiertos. Sin ningún tipo de miedos, sin esconderse atrás de una máscara. Olvidando los recuerdos para desprenderse y nacer de nuevo.
Poeta que piensa. Crea las palabras en el interior de su pensamiento, las adorna y luego les da vida a través de sus escribires-escritos-escribidos. Y esas palabras son como viento en el alma de los que escuchan o leen, o las dos cosas que no es lo mismo pero es igual, como diría Silvio...
Poeta que vive. Su paso sigue siendo como el de una poeta que ha sido tantas veces condenada a ser cuervo. Poeta que jamás se cambiaría por la Venus de Milo: "mientras reina en el Louvre/ y se muere de tedio/ y junta polvo/ yo descubro el sol/ todos los días/ y entre valles volcanes/ y despojos de guerra/ avizoro la tierra prometida.
Poeta que ríe. La sonrisa está primero contenida en su rostro, es parte de su rostro. Está aún dormida, cuando mira a los lados y ve que toda la magia del paisaje sale a la luz, se despierta, como la palabra en su imaginación.
Poeta que desea. Quiere que el tiempo deje de molestarla. Que se entere de una vez por todas que ya no lo quiere como cuando era niña. Que no insista con sus rosas y sus regalos en cada cumpleaños. Que deje de cortejarla porque el amor quedó guardado en otro corazón. Entonces le escribe una carta y le dice: "Le prohíbo que vuelva. / Cada vez que lo veo/ me recorre las vértebras el frío. / No me persiga más, / se lo suplico. / Hace años que amo a otro/ y ya no me interesan sus ofrendas".
Poeta que piensa. Hay que sumar a la vida de la palabra la palabra de la vida y se pregunta ¿Por qué no?: "¿Por qué no detenerme/ en esa esquina/ y sorprender a la muerte/ por la espalda?". Pero sabe que el mundo no se puede romper con los decires, no se puede quebrar para hacer uno nuevo. Es en ese momento cuando prefiere vivir a Deshoras, entonces dice en voz alta: "A veces/ pienso en ti/ en lo que pudo ser/ en tu ternura presa/ en las deshoras".
Poeta que vive. Camina despacio por todos los rincones de la América del Centro, que es como decir los rincones de la memoria. Recorriendo vidas y muertes por la geografía. Si no está ella en persona, está su pluma, que es como decir su tercer ojo. Y cuando está en Managua mira la gente y comenta: "Vivo instantes/ que me cambian el ritmo/ me desquician/ instantes bala en boca/ en que adivino el golpe/ del gatillo/ pulsaciones-instantes/ que me tensan/ va a reventar la cuerda/ va a saltar en pedazos/ ¿qué fue de ese otro yo/ que se iba gastando/ sin sorpresas?".
Poeta que ríe. Los recuerdos para ella son como mosquitos molestosos. Algunas veces le hacen reír, pero casi siempre le causan rabia. Por eso prefiere barajarlos: "Barajando recuerdos/ me encontré con el tuyo. / No dolía. / Lo saqué de su estuche, / sacudí sus raíces/ en el viento, / lo puse a contraluz: / Era un cristal pulido/ reflejando peces de colores, / una flor sin espinas/ que no ardía. / Lo arrojé contra el muro/ y sonó la sirena de mi alarma. / ¿Quién apagó su lumbre?/ ¿Quién le quitó su filo/ a mi recuerdo-lanza/ que yo amaba?".
Desea vivir a deshoras. Piensa que no es bueno pensar en el mañana. Vive escribiendo cartas al tiempo. Ríe de tanto barajar recuerdos. Y la vida fluye pese a todo, en la América del Centro y en todos los países de su alma. Y el amor se derrama ahora mismo, acá en su cuerpo, reclamando a él: "No pienses en mañana/ ni me hagas promesas/ ni tú serás el mismo/ ni yo estaré presente. / Vivamos juntos la cima de este amor/ sin engaños/ sin miedo/ transparentes".
Tal vez algún despistado se diga a sí mismo: ¡qué lindo sería que los poemas de Claribel se pudieran respirar! Como si eso no ocurriera con toda y cada palabra de sus versos...

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Claribel Alegría. Escritora nicaragüense que nació en Estelí, en 1924, pero vivió muchos años en El Salvador. Autora de poesía, relato y novela, conoce todos los secretos de la realidad centroamericana, realidad que se ve reflejada en su creación. Y al hablar de esa realidad dice que "es muy difícil reconciliar el arte y la realidad. Pero nunca pensé que el poeta tenga que estar en una gran torre alejada, escribiendo bellos pensamientos. Cuando sabemos que hay demasiado horror alrededor de uno, no podemos dejar de mirarlo". Ha publicado más de cuarenta obras, incluyendo 15 volúmenes de poesía. Varios de sus libros fueron traducidos al inglés. Con "Sobrevivo", obtuvo el Premio Casa de las Américas. Una parte de su obra fue escrita en co-producción con su marido, el escritor norteamericano Darwin J. Flakoll. El libro más conocido de los dos es "Cenizas de Izalco" (1966). Entre las tantas obras de Claribel se destacan: "Pueblo de Dios y de Mandinga" (1986).

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LUZ ELENA

Quito, 1994.
"Buscamos dos cosas, la verdad y que no haya ni un desaparecido más", decía Luz Elena. Y lo decía con el corazón en la piel y el sueño en la mirada. Lo decía con la ternura y el amor de cualquier madre, con la firmeza y la esperanza... con la mirada de un país a cuestas... con la lluvia en la mirada y la mirada en el mañana, en la Plaza Grande, en Yambo, en cualquier lugar, y en la lluvia... lo decía por sus niños, hasta la vida...
Allá por enero de 1988 le habían arrancado un pedacito de vida, y se la habían arrancado sin ningún motivo. Nunca hay motivo para arrancar un pedazo de vida... Así porque sí, sin imaginar la oscuridad, Carlos Santiago y Pedro Andrés entraron en ese lugar que preparan las sombras para encarcelar la risa, para enjaular la magia y espantar el amor, ese rincón escondido de un país olvidado de amaneceres, pestañador del tiempo y la justicia, paridor de ojos, miradas y pensamientos cansados de esperar una primavera. Es tan misterioso el país de las lágrimas...
Uno tenía 17 años y el otro 14... y así porque sí le fumigaron el sueño de conquistar su mundo, ese lugarcito tan pequeño e imaginado hasta los tuétanos, lleno de pensamientos y deseos preñados de cosas por hacer...
La lluvia moja el alma de Luz Elena pero no apaga el fuego, no apaga el ansia de buscar, de caminar mil mundos, de dar vida a la esperanza y esperanza a la vida, de ver todos los ojos, de recorrer la tierra hasta el último rincón si es necesario, para encontrar la vida... Y la plaza es grande y es casa, es corazón abierto, es luz pequeñita, es un alma chiquita que enciende la ciudad, los pensamientos, desentraña el viento de la memoria y lo hace volar por cada mente, cada mirada, lo hace país, lo hace volar...
"Como padres, recorrer los lugares donde estuvieron nuestros hijos fue terrible... sin embargo confirmó que la policía ecuatoriana desapareció a dos criaturas", decía Elena. Y lo decía con el alma en las manos, lo decía después de que los magos de negro hicieron escapar la culpa, lo decía cuando pasaban los días y los jueces escondían la verdad. Lo decía, lo sigue diciendo, a pesar de la oscuridad... Todos lo siguen diciendo...
Y Luz Elena decidió quedarse en la plaza para siempre, decidió ser imagen con sus hijos, decidió seguir marcando a fuego la injusticia, juzgar‑quebrarla para siempre, y decidió quedarse junto a Pedro y el puñadito que cada miércoles son parte de la vida, espantando la muerte que obtiene cárceles‑hoteles, espantando los uniformes, los cercos y candados. ¿Cómo se puede encadenar una plaza, el aire, las fotos, las miradas?
Como dice el padre Luna: "queda entre nosotros una historia viva que estamos obligados a mantenerla, en la seguridad de que la fidelidad al recuerdo de Luz Elena es un voto de fidelidad al auténtico heroísmo, voto de gratitud por el ejemplo de valentía y dignidad, voto de reparación por las cobardes complicidades del poder, voto de seguimiento y solidaridad con la amorosa soberanía de esa mujer. La historia de dignidad en el dolor y en la injusticia de Luz".
Y Luz quedó en el amanecer, fue luz en las guitarras y los violines... en la poesía, con la poesía: "los ojos que busco son almitas del sueño y la memoria/ lucecitas que surcan la realidad de tanto uniforme oscuro y tanta noche/ vocecitas que hilan el amanecer desde una plaza.../ los sueños que busco caminan por el aire y se hacen gentes‑vidas‑mundos... sueños...".

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Luz Elena Arismendi de Restrepo. Es colombiana pero desde joven vivió en Ecuador. En 1988, sus hijos Carlos Santiago y Pedro Andrés Restrepo, de 17 y 14 años, fueron detenidos por un operativo policial. Luego fueron desaparecidos. Algunas informaciones señalan que tras ser asesinados fueron arrojados a la laguna de Yambo, ubicada 100 kilómetros al sur de Quito. A partir de ahí, tanto ella como su esposo se movieron por todos los medios, investigando lo que había ocurrido con ellos. Paralelamente, comenzaron a ir todos los miércoles a la Plaza Grande de Quito, con las fotos de sus hijos. A ellos se sumaron los otros familiares de desaparecidos. Luego de muchísimos trámites fueron detenidos varios de los responsables de la desaparición de Carlos Santiago y Pedro Andrés, sin embargo el general que estaba a cargo de la división donde fueron llevados luego de ir preso se escapó de la cárcel ayudado por los custodios. Tiempo después se entregó y cumplió su pena en un lugar lleno de lujos. En 1994, luego de seis años de luchas, Luz Elena murió en un accidente automovilístico.

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IDEA

Montevideo, Abril de 1995.
A decir verdad, no sé muy bien a donde pertenece esta mujer. Algunos dicen que es del país uruguayo, pero, cuando uno lee su obra, o sea su vida, ve que es del país de todas partes, ve fronteras allanadas, fortificaciones desaparecidas, y ve que uno es tanto de ese lugar como todos los habitantes del planeta. Porque el planeta es el lugar clave donde crece y se desarrolla su poesía. Donde las palabras pueden ser las imágenes que más cautivan.
Ella cree que las palabras son como laberintos que hay que caminar para poder descubrir la verdadera imagen del universo.
Las palabras hacen su libertad, y sin embargo la apresan, la conmueven, la llevan por mundos de soledad.
Y si la dejan, ella puede reinventar todas las palabras del diccionario, puede hacer trizas el anochecer y ponerle la sensualidad de dos cuerpos volando-soñando-erotizando todos los sentidos. O agarrar el mar y pintarlo de nubes, que es como pintarlo de nostalgias con forma de mujer.
De sus encontronazos con la libertad, nacieron versos que en el instante de su alumbramiento, quedaron en el centro palpitante de la historia, se hicieron síntesis de ideales y pasiones. En realidad ella es la palabra, y estará ahí siempre, con una tenacidad que los siglos se encargarán de confirmar.
Pero además su vida es una idea, su mundo, su nombre... Su amor, intenso en la raíz de la noche, siempre cerca, siempre lejos, siempre Juan Carlos en la imagen de la luna, siempre-nunca...
Cuando ella junto a la generación del 45 irrumpió en la siesta uruguaya, la Asociación de Escritores se había convertido en un cenáculo quincenal donde se repartían sonetos y elogios, y se ensalzaba la decadencia modernista como uno de los mayores lujos estéticos de la época. Fue Giraudoux el que dijo: "lo importante es el estilo, las ideas vendrán después". Y fue Sartre el que le contestó "pero las ideas no vinieron".
Lo mismo les pasó a los escritores uruguayos. No vinieron. Solo quedaba el estilo, la aburrida secuencia de los endecasílabos monocordes y absolutamente previsibles. Entonces, los jóvenes más rigurosos renunciaron a los premios nacionales y municipales que jurados complacientes repartían entre los cortezanos de siempre, sin pena ni gloria. Muchos de ellos sostuvieron el juramento durante unos cuantos años, pero -como diría Gonzalo- la única que resistió hasta hoy la ofrenda, fue Idea.
Ahora, cuando sale un libro con toda su obra, uno lo mira y la mira, y es como si escuchara toda la poesía que falta escribir.

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Idea Vilariño. Nació en Montevideo en 1920. Es una de las poetisas uruguayas más destacadas a nivel internacional. Fue amiga íntima de Juan Carlos Onetti, para muchos el gran amor de su vida que no llegó a concretarse totalmente. Pertenece a la generación del 45, una de las más productivas de la literatura uruguaya, que además marcó época. Los escritores del 45 negaron la complacencia y la aplausomanía de las generaciones anteriores, y propusieron rigor crítico, ilustración para el juicio, trabajo y responsabilidad en la creación. Pero sobre todo, enfrentar el oficialismo impertinente que pretendía hacer de la literatura un par de homenajes solemnes y condecoraciones. Poeta que rompe con la retórica creando otro lenguaje, profesora de Literatura hondamente vinculada a sus alumnos y fina crítica, Idea se puso al frente de la poesía uruguaya para transformarla. Algunos de sus libros son: "La suplicante" (1945), "Paraíso perdido" (1949), "Nocturnos" (1955), "Poemas de amor" (1958), "Treinta poemas" (1967), "No" (1980). Para el crítico Luis Gregorich, la poesía de Idea Vilariño está marcada por el pesimismo, y su único contacto con la realidad es a través de la despojada expresión de una soledad radical y el señalamiento desnudo de la miserable condición del hombre. "En esta poesía -dice-, las palabras valen, no sólo por sí mismas, sino también por los sueños y los secretos que convocan, por las blasfemias que callan, por las nostalgias comunes a toda la especie que suscitan. No hay Dios ni dioses en esta poesía. El único Dios, si lo hay, es la palabra poética misma. Una poesía del amor y de la condición femenina: cómo negarlo".

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NÉLIDA

Río de Janeiro, 1995.
Siempre que escribe es como si entrara en todos los laberintos humanos, como si su mente recorriera cada pensar y cada hacer de las gentes, como si su decir conociera cada estruendo del corazón o sea de la piel, o sea de dos cuerpos que se atan en alguno y todos los lugares.
Sabida del poder que tiene, juega con las vidas, inventa y reinventa los destinos, y en parte es como si en cada cuento o novela estuviera construyendo y reconstruyéndose a si misma. Por eso sus libros son metáforas que resumen casi todo su sentir. Y sabe volar a una República de sueños diciendo que es "mi suma personal, un viaje por mi misma y por mi época"; y a un tiempo de frutas y a una casa de la pasión. Vuela y cada vez que lo hace está regalando un poco de sus mundos, que es como decir de una y toda mujer... Y es como si regalara la sensibilidad de su Brasil, de todos los brasiles, como si los entregara de a poquito en cada letra... Y se interna hasta los tuétanos en los rincones cercanos y lejanos del amor, sabe que ellos son pobres y ricos a la vez, generosos y avaros, claroscuros... Los observa, sabe que hay que respetarlos, pero no mucho, lo necesario, luego la palabra se hace imagen...
Pero su creación es también parte de la música, por eso alguna vez camina con las notas de Verdi, pasea sus letras por el pentagrama y crea una historia que es libro y canción.
De las imágenes, prefiere las más sugestivas. De las más sugestivas, las que impregnan de libertad. De la libertad, la de todas, que es como decir la de ella. De ella, comenta: "Nélida: no escribe por deporte y tampoco se deja seducir por el dinero. En estos casos, ella es muy noble. Conserva secretos sus motivos, carga con su propio enigma... Es celosa en exceso de su propia intimidad.". De las intimidades, prefiere las que acarician la piel. De las pieles, la que invade sus lugares. De sus lugares, el que está lleno de almitas. De las almitas, la que escala su cuerpo hasta la madrugada. De las madrugadas, la que se inunda de amores. De los amores, la vida. Antes y después de todo, Nélida prefiere la vida.

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Nélida Piñón. Nace en Río de Janeiro en 1937, en una familia de origen gallego. Estudia Filosofía y ejerce la cátedra de Humanidades en varias universidades de Estados Unidos, pero opta por el periodismo y la literatura. Es una de las más grandes escritoras brasileñas del siglo XX. En 1969 obtiene el Premio Walmap de Brasil, con la obra "Fundador". En 1973 recibe el Premio Mario de Andrade a la mejor obra de ficción, con "La casa de la pasión". En 1984 su novela "La república de los sueños" consigue el Premio de la Asociación Brasileña de Críticos de Arte y el Premio Pen Club. En 1989 pasa a integrar la Academia Brasileña de Letras. En 1995 recibe el Premio Juan Rulfo, el galardón más prestigioso de las letras latinoamericanas, que se otorga cada año en reconocimiento a la obra de un escritor de la región. Ha escrito más de diez libros de cuento y novelas que, se han traducido a varios idiomas. Además de las obras mencionadas, se destacan "Sala de armas" (1973) y "Tebas de mi corazón" (1974).

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DÉBORA

Bogotá, 1996.
Es hora de mirar la vida a través de los cuadros, de caminar por un tiempo de misterios, conocer la sonrisa de los pájaros y los versos de la memoria. Y así, entonar los acordes del amanecer y mirarnos en los espejos de Colombia. Es hora de entrar en todos los laberintos que nos propone Débora a través de su pintura.
Entre los objetos mágicos de esta exposición, hay algunos cuadros repletos de recuerdos. Cuadros que son como la historia del dolor y la esperanza. Cuadros capases de llevar en su interior toda la tristeza y la alegría que ella tiene dentro. Cuadros, que al fin de cuentas, son solo un rinconcito de la soledad. Y para ella, como diría Alfredo, "la soledad son cuatro mundos: el de la mentira, el de la vergüenza, el del miedo y el de la soledad" ¿Quién pudiera amar después de rota?
Desde el fondo de estos cuadros cientos de voces buscan una respuesta. Buscan romper una prisión impuesta durante décadas por los monjes de la iglesia colombiana y las damas de la alta sociedad.
Cuando ella ve esta exposición se siente como una bruja que va desempolvando su propia vida. En realidad, es como si mirara en el espejo de la memoria hasta llenarse de recuerdos. Era en Medellín, cincuenta años atrás, había un arzobispo García Benítez y unos políticos que se espantaban porque sus acuarelas mostraban las sombras de la iglesia, o sea de la soledad.
Ellos eran espectadores y dueños de la verdad, y cuando hablaban siempre estaban del lado del dinero y las buenas costumbres, esas que les permitían construir más iglesias. Ella -y su pintura- era un accidente que se debía eliminar, y para eso estaban. Y allá por 1942 lograron que la edición de una revista con reproducciones de su obra fuera confiscada. Pero por suerte el mal humor de los monjes hizo ver a muchos que la sotana era solo el uniforme que escondía la hipocresía. Y sobre todo, que puestos a escoger era mejor la vida de Jesucristo en la memoria que la eterna soledad de los curas en las iglesias. Pero fue tanta la persecución que un día no pudo más y se fue del país. Pero antes dijo: "El día llegará en que el medio sea más comprensivo". Y algunos dijeron: "Estamos seguros que en un corto plazo, y el día no esté lejano, se reconocerá la obra artística de Débora, sus valores dramáticos, su poderosa expresión".
Hoy, cincuenta años después de esos decires, cuando el siglo se nos va yendo y la soledad sigue provocando los más diversos sentimientos, el día llegó. Tuvo que correr mucha agua bajo los puentes y, ella sufrir muchas humillaciones. Ahora cuando lleva el tiempo cargado en los hombros, se reúnen 269 de sus obras, para que los bogotanos puedan disfrutar y reconocer su creación. Y el Museo de Arte Moderno de Medellín tiene una sala permanente con su vida, o sea con su obra, o sea con su sombra. Aunque para ella, la historia sigue siendo algo más que una sala. La historia está ahí, en la memoria de Colombia, sola de soledades varias, que como Débora y como todos, siempre está sola, pero a veces está más sola...

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Débora Arango. Artista colombiana que nació en Medellín el 11 de noviembre de 1917. Es la octava hija de una familia tradicional antioqueña de doce hermanos. Su primera etapa pictórica iniciada en 1934 estuvo dedicada a los desnudos. Su segunda etapa comenzó en 1938 y puso énfasis en la denuncia social. Desde que se inició como pintora, su obra fue duramente criticada por la Iglesia y los sectores conservadores de la sociedad. En 1940, el ministro de Educación, Jorge Eliécer Gaitán, la invitó a exponer individualmente en el Teatro Colón de Bogotá. La exposición tuvo que ser desmontada al día siguiente por presiones "morales" y políticas de la sociedad capitalina. La más acérrima de estas críticas vino de parte del senador conservador Laureano Gómez, quien hizo llevar los cuadros al Parlamento para vencer en un polémico debate al ministro Gaitán. En 1944 Débora conformó el grupo de Los Independientes junto a varios artistas que promulgaban "un arte americanista, independiente de Europa, con el fresco como soporte y medio de enseñanza para el pueblo". En 1948 una nueva muestra de su obra volvió a escandalizar las mentes timoratas de la sociedad, especialmente la de monseñor García Benítez quien la censuró y amenazó con la excomunión. En 1949 la dura campaña en su contra la obligó a encerrarse a pintar en su casa de Envigado ("Casablanca") y dejar de exponer sus obras. En ese momento inició su etapa de denuncia política.

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DOLORES

Quito, Enero de 2000.
La Imagen en la pared de la CONAIE marca una presencia de siglos, no se puede obviar. Nadie puede dejar de mirar cuando pasa por ahí. Hay un imán secreto que llama la mirada, que a esta altura es como la memoria de todas las luchas, de todos los dolores y las dolores, de éste y otros siglos.
Cuando sus hijos ingresaron a la escuela en Cayambe, vio de cerca el maltrato que sufrían los niños indios de sus compañeros mestizos y de los profesores. Y vio además las dificultades de aprender en el idioma del otro, el español, del cual conocían muy poco. Y vio entonces que era necesario intentar el cambio.
No esperó que los gobiernos llegaran con sus migas. Por su propio entender y sin espera, en 1945 fundó cuatro escuelas bilingües (kichwa-español) en la zona de Cayambe. Se trataba de que todos y cada uno de los indios aprendiera la magia y el arte de leer en su idioma y el del otro, para que nadie se quedara sin saberes. Luego de tiempos de caminar por un Ministerio de Educación para el cual los indios no existían, prefirió construir los sueños a pura minga de su comunidad. Y la primera escuela nació en Yana Huaicu.
Y la solidaridad no se hizo esperar, Luisa Gómez de la Torre, profesora del Colegio Mejía de Quito, compañera de camino, apoyó su idea y aportó con sus decires a la educación y con dinero, para que los profesores pudieran recibir veinte sucres mensuales, su único cobro, olvidados por el Ministerio. Tres escuelas iban hasta tercer grado y una hasta sexto y todos los profesores pertenecían a la comunidad. Las familias de los niños aportaban el alimento necesario para maestros y alumnos. Aunque seguían los programas oficiales, también introducían elementos de la cultura indígena, y conocimientos prácticos relacionados con el trabajo de la tierra. A través de los años fueron sembrando una semilla en la mirada de cientos de indígenas que de a poco empezaron a construir un movimiento.
Pero antes de las escuelas estuvo la organización de sus hermanos, y en 1944 junto a Jesús Gualavisí, un dirigente de la comunidad de Juan Montalvo, fundó la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), una de las primeras organizaciones nacionales indígenas del Ecuador. Eran tiempos de rescatar las luchas ancestrales de sus pueblos y empezar a caminar hacia un modelo distinto de país, en el que ser de poncho no traiga dolor.
Pero antes fue tiempo de peleas, de unirse para reclamar el abuso de los patrones de mucha tierra. De fundar sindicatos agrícolas en Pesillo, su comunidad natal, y luego en comunidades cercanas. De leer el Código del trabajo para que las autoridades no pudieran engañarla, de decirle a un tal Ministro de Gobierno: “Vos ministro mientes, porque cambias las palabras del Código”.
Durante 18 años las escuelas bilingües enseñaron a los indígenas de Cayambe, pero la presión para cerrarlas se hizo cada día mayor: los terratenientes no aceptaban la educación de los indios, ciertos profesores y ministros no estaban de acuerdo con la educación bilingüe, y el gobierno veía supuestos focos comunistas. Así, en 1963 una Junta Militar les puso fin y prohibió utilizar el kichwa en la instrucción de los niños.
Ella, “Mama Dulu” para muchos, Dolores Cacuango para todos, se marchó un día de 1971. Pero ahora está ahí, es como si la propia pachamama saliera de sus ojos, mira, y cuando mira ve que su último decir se va cumpliendo: “Si muero, muero, pero otros han de venir para seguir, para continuar”.

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Dolores Cacuango. Nació en 1881 en Cayambe, cerca de la capital de Ecuador, Quito. Fue la líder indígena más reconocidas por que dedicó su vida a defender el derecho de su pueblo a la tierra, a su idioma y a la educación. Nunca fue a la escuela, aprendió castellano en Quito cuando trabajó como empleada doméstica. Entre sus anécdotas, se cuenta que se aprendió de memoria el Código de Trabajo y que le dijo a un ministro de Gobierno: "Vos Ministro mientes, cambias contenidos del Código de Trabajo porque estás de parte de patrones.

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SOLAPA

Kintto Lucas. Escritor y periodista uruguayo-ecuatoriano. Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí 1990. En Uruguay fue miembro del Consejo Editorial de la Revista Mate Amargo. En Ecuador ha sido Editor Cultural y Editorialista del diario Hoy, Editor de la Revista Chasqui de CIESPAL y Director Editorial de la revista Tintají, además de colaborador de los diarios El Comercio y Expreso. En 2004 recibió la Pluma de la Dignidad de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador en reconocimiento a su trayectoria. Ha sido docente de periodismo y de actualidad política y geopolítica en las Universidades Católica, Andina Simón Bolívar y de las Américas; además de conferencista de diversas universidades, ONGs, instituciones estatales y organismos internacionales. Fue Asesor de la Mesa de Soberanía, Relaciones Internacionales e Integración Latinoamericana de la Asamblea Constituyente de Ecuador en el año 2008. El Presidente de Ecuador, Rafael Correa le otorgó la Nacionalidad Ecuatoriana en reconocimiento a los Servicios Relevantes Brindados al País. Ha sido Consultor de UNICEF. Escribe para la Agencia de Noticias Inter Press Service (IPS) y diversas revistas y portales de internet latinoamericanos, europeos y estadounidenses. Algunos de sus libros son: Rebeliones indígenas y negras en América Latina (Abya Yala, 1992); Apuntes sobre fútbol (Abya Yala, 1998); La rebelión de los indios (Abya Yala, 2000), traducido al inglés con el título We Will Not Dance on Our Grandparent's Tombs. Indigenous uprisings in Ecuador (IICR, Londres 2000); Plan Colombia. La paz armada (Planeta, 2000), El movimiento indígena y las acrobacias del coronel (Tintají, 2003), Con sabor a gol -fútbol y periodismo- (Biblioteca del Fútbol Ecuatoriano. FLACSO, 2006), Rafael Correa: Un extraño en Carondelet (Planeta, 2006), Una historia dentro de la historia (FLACSO, 2007) y La guerra en casa –De Reyes a la Base de Manta- (Planeta, 2008).

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CONTRAPORTADA

Al adentrarme en las páginas de Kintto Lucas tituladas apenas con un nombre, fueron más las emociones que los pensamientos. Varias veces sentí la piel como de gallina, y solo atiné a pensar, aun antes de terminar, cuánto se parecen entre sí las vidas de estas mujeres… Sí, la emotividad es lo que provoca el encuentro entre el narrador y las mujeres narradas al apelar mas al sentir que a la razón; estos textos biográficos de Kintto trascienden el dato histórico que pasa a ser un dato secundario para detenerse en el sentido de esas vidas y esos transcursos y haciéndonoslos saborear y valorar más, y al mismo tiempo sentir ganas de conocer más.

Alexandra Ayala Marín
Fragmento del texto leído durante la presentación del libro. Quito, abril de 1992.


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La diversidad de sus personalidades, intereses y situaciones se funde en la unidad de su actitud esencial, la presencia de la dignidad de la mujer en el contexto de la dignificación de nuestros pueblos. Este es un mérito indudable del libro: la sensibilidad a las distintas voces del continente.

Iván Carvajal
Fragmento de un texto leído durante la presentación del libro. Quito, abril de 1992.


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Este libro se mueve a dos voces: la versión poética del autor, que ofrece su particular lectura del mundo de estas mujeres, que se aproxima a ellas desde sus propias obsesiones y amores, que tiene un carácter más lírico que narrativo, y un relato breve, informativo de la historia vital de cada una. A pesar de la significativa cantidad de fuentes consultadas, estas páginas no tienen el sabor de una investigación académica y, en cambio, conservan la fragancia de la leyenda y el sabor popular que se transmiten generacionalmente. El autor reivindica a los personajes que ha elegido. Los ama. Se pone absolutamente de su lado. Se trata entonces de un legítimo ejercicio de libertad del yo. Desde allí, la intimidad, se canta a Frida Kahlo, Alicia Alonso, Juana de Ibarbourou, Toni Morrison, Luz Elena Arismendi, Eva Perón, Elis Regina, Alfonsina Storni, Isadora Duncan…

Cecilia Velasco
Diario Hoy. Quito, abril de 1997
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El autor, al mismo tiempo, cumple su doble vocación, la de cronista y creador, periodista y poeta. El poeta trabaja con imágenes, se emociona y conmueve. Utiliza muchas veces la tercera persona; otras, una segunda que parece enmascarar la voz de la mujer retratada en el cuadro y, otras más, prefiere ocultarse y dejar hablar a sus personajes. En ese discurso, sobresalen dos formas para conseguir intensidad expresiva: la primera, el uso del diminutivo y, la segunda, la acumulación de palabras separadas por guiones. Por la primera, la voz poética tiende puentes con la tradición oral popular. La voz poética sugiere, selecciona, metaforiza, pero traza un texto especular también por la multiplicidad del sentido. La otra voz, la del cronista, resume información, revela las fuentes, remite a fechas y datos, comunica un significado unívoco.

Diego Araujo Sánchez
Prólogo